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Objeto a ser objeto

El último cheque en blanco de la inocencia ha caído del talonario al suelo. No caben más excusas, más explicaciones, ni en televisión ni ante el propio espejo; es la hora del llanto y del rechinar de dientes aguantando las flechas en su carcaj pese a todo. Yo, desde este mismo momento, me declaro objetor electoral hasta que se aclaren judicialmente todos los casos abiertos en todos los partidos. Me declaro objetor de fe hasta que vea a la justicia actuar deprisa. Me declaro objetor político hasta ver a la casta gobernante reconocer responsabilidades y al Rey y los suyos ponerse el sayo de esparto y ceniza en la cabeza --como hizo Enrique II de Inglaterra para pedir perdón por el asesinato de su amigo Thomas Becket, arzobispo de Canterbury--, y despojarse de sus prerrogativas y arrodillarse ante los jueces. Me declaro objetor económico y ateo cívico mientras no vea juzgados a los agentes del poder económico responsables de nuestra desdicha. Objeto a mi ciudadanía hasta que las listas sean abiertas y la democracia, imperativa. Y me declaro objetor de esperanza hasta que vea a los jueces dejar la política, sus partidismos, corruptelas, apego por el escalafón y por arrimarse a ideologías que les hacen perder la independencia y la vergüenza. Me declaro objetor de caridad con los culpables de nuestro despertar en medio del frío moral que nos araña; y objetor de omisiones hasta que los predicadores dejen sus palacios y sus cartas vergonzosas. Objeto porque renuncio a seguir siendo un objeto. Un medio en manos de ellos, en su beneficio.

* Profesor

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