Me dispongo a escribir del músico tan grande como desconocido, del tristemente fusilado, Antonio José, todavía afectado por la grata impresión de la audición del primer concierto de abono de nuestra orquesta, bajo la batuta de su nuevo director Lorenzo Ramos. La relación entre aquel músico y este concierto existe; se anuda en la buena guitarra cordobesa que formó parte de ese magnífico triángulo que constituyó con el Stradivarius del gran violinista canadiense Alexander Da Costa y con la percusión; triángulo inscrito en el buen trabajo de cuerdas, maderas y metales de toda la orquesta, que hizo sonar maravillosamente la obra Fulgores de un cordobés de setenta y cuatro años, Lorenzo Palomo, residente en Berlín, cuya trayectoria y obra (Carnegie Hall, Convent Garden, Konzerthaus-) hacen inexplicable que no sea asiduo de nuestras enciclopedias y nóminas de personajes ilustres cordobeses.

La verdad es que yo no tenía la menor idea de Antonio José hasta hace no muchos años, cuando Emilio, el hijo norteamericano guitarrista del escritor y editor castreño Rafael Millán, lo incluyó en el programa de uno de esos conciertos de junio con los que cada año nos interrumpía felizmente las vacaciones culturales del calor.

Rafael me contó la triste historia: el burgalés Antonio José (citado siempre sin sus apellidos, Martínez Palacios) que con solo trece años de edad ya compuso Cazadores de Chiclana y con diecinueve su Sonata Castellana y Poemas de Juventud , fue enseñante en Málaga, pensionado en París, premiado en España y pronto admirado fuera. Compuso su música para guitarra, Romancillo infantil y Sonata (1933) para su gran amigo Regino Sainz de la Maza, el inolvidable guitarrista. También fue amigo de Federico García Lorca, cuyo destino compartió, como más de uno. Por esas amistades con artistas, por esas inquietudes culturales, por ese gran pecado de ser creador, fue fusilado en la implacable Burgos en octubre de 1936, cuando contaba treinta y cuatro años de edad. Recuérdese: cuando el bárbaro legionario gritó ¡muerte a la inteligencia! no lanzaba un exabrupto, daba una orden- que desgraciadamente fue puntualmente cumplida en muchos lugares y en diferentes fechas. Aquí en nuestra Córdoba, fue también fusilado el escultor Enrique Moreno, El Fenómeno a parecida edad y por los mismos crímenes. A la muerte de Antonio José pudo decir el gran compositor francés Maurice Ravel que con él probablemente había perdido España el mejor de sus músicos del siglo XX. Aquí sabemos que con la muerte de Enrique Moreno se truncó la trayectoria de quien sin duda habría sido uno de los escultores cordobeses mejores de todos los tiempos.

Y ya que vamos de músicos y muertes, tratemos también de músicos y agresiones: va siendo hora de que se restaure la nariz rota de Eduardo Lucena en el monumento de Moreno de la plaza Ramón y Cajal. Contra los vándalos, constante vigilancia e infatigable restauración. A ver si la inteligencia acaba venciendo en este país de grandes brutos.

Los brutos crecen como los hongos en invierno lluvioso y hay que apartarlos de las decisiones --lo que hoy por hoy es una utopía-- o por lo menos obligarlos a que lo sean menos. Naturalmente cuando hablamos de brutos no hablamos exclusivamente de los vándalos destructores de lo tangible, sino también de quienes con corbata y buena pronunciación recortan impulsos y medios en educación, cultura y arte.

Las consecuencias no irreparables de los crímenes de aquellos legionarios las estamos pagando aún, y faltan un par de generaciones para equilibrar, pero las consecuencias de un miserable ahorro en la educación, el arte y la cultura que ahora se haga so pretexto de órdenes europeas y bajo promesas de un futuro mejor, deben levantarnos y hacernos reaccionar como si lo hiciéramos respondiendo al toque interminable de una gran trompeta.

Sabemos que la mayoría de la gente es incapaz de considerar lo intangible y de dolerse por lo que no sangra, porque por desgracia la sensibilidad afinada está escasamente repartida; por eso todo aquel que esté adornado por el don impagable de la cultura y vibre con el buen arte ha de convertirse en su apóstol, y sostener el techo con el esfuerzo de un nuevo Sansón, porque sobre ese techo, que para ellos es el suelo, taconean los nuevos bárbaros, sin gracia y sin saberlo, el desfile contra la inteligencia.

Deteriorar la educación, la cultura y el arte es más grave que suspender el AVE o impedir los partidos de la selección nacional de fútbol. Es decir, es mucho, es demasiado.

* Abogado y escritor