Las estafas a los restaurantes están degenerando en gusto. La crisis y las pensiones de los exbanqueros, que andan por la estratosfera, están haciendo que los timadores pierdan clase y vayan directos a la pasta. Sabíamos de los timos tipo Carpanta, de comer hasta reventar por hambre; y de los exquisitos que solo timaban restaurantes de lujo. Ahora las estafas son más contundentes por la cantidad --supuestos recibos pendientes de electricidad-- pero, indudablemente, menos exquisitas.