Quedan 98 días para que se decida cuál será la Capital Cultural Europea y, más que esperanza, en Córdoba lo que hay es una ilusión que lo llena todo, que se masca. Pero, y alguien tendrá que decirlo, hay un problema: que no ganemos. Y es que nadie quiere hablar mucho de ello porque la simple mención de que podamos perder puede parecer derrotista y un argumento para que el jurado nos reste puntos. Pero hay que estar preparado, porque la ilusión que ha generado la candidatura va paralela a la crisis que se crearía si no obtenemos el título, un varapalo psicológico del que Córdoba tardaría muchísimos años en recuperarse. Porque Córdoba no ha puesto una esperanza en el 2016, las ha puesto todas. Además, hay otra amenaza: que con unas elecciones por medio no se sepa quiénes y cómo se gestionaría la decepción. Me temo que, gane quien gane en las urnas, se terminaría echándole la culpa a la oposición y no haciendo nada.

Por eso quizás sea bueno ahora (después ya será tarde) lanzar un mensaje de esperanza y a la vez de orgullo. Habría que recordar que Córdoba ya ha ganado la Capitalidad, no del 2016, sino de todos los años venideros gracias al esfuerzo realizado en planificación de infraestructura cultural, en promoción, en celebración de actos... Ya somos una ciudad cultural tanto por el pasado como por el futuro. Por eso, a partir de ahora todo lo que nos concedan desde fuera será una propina. Una buena propina, es cierto, con una importante inyección de 480 millones que supondría el nombramiento. Pero no olviden que Córdoba, aunque tarde más tiempo, sin el 2016 también podrá aprovechar la cultura para salir de su postración. Porque esta ciudad, a la que nunca nadie ha regalado nada, ya ha ganado.