Unas semanas antes de iniciarse las obras de remodelación de los Jardines del Parque Cruz Conde me publicaron una carta homenajeando a los componentes de las primeras asociaciones de vecinos, aportando una antigua acta de asamblea celebrada en 1974, que guardaba con cariño, haciendo hincapié en los objetivos prioritarios de dicha reunión.

No tardaron en lloverme las críticas inquisidoras, de algún componente de la Asociación Al-Andalus, identificados con la iniciativa consistorial.

Hace unos días visité mi Córdoba y aquel barrio donde crecí, y no pude contener el impulso de denominar "esperpéntica mamarrachada" a la única parte del proyecto en ejecución que se me permitió contemplar sin traspasar las alambradas prohibitivas.

Recuerdo cómo asomado a mi ventana eran muchos los días que disfrutaba de una vista envidiable, donde moreras, acacias, cipreses, rosales, adelfas y un largo etcétera se unían para dotar a mi Parque de un colorido especial. Cuando salía de casa, me encontraba de frente con una pequeña pendiente, que a fuerza de subirla y bajarla, se habían creado en el terreno de forma natural unos escalones que permitían el fácil acceso a tan bello lugar.

Hoy en su lugar se alza una horrenda muralla de granito rosáceo que solo sirve para privar a los vecinos de las plantas bajas de los edificios, así como a los paseantes, de una preciosa panorámica. Y yo me pregunto: ¿No habría sido más natural y económico ajardinar dicha pendiente que la construcción del polémico muro?

El otro día, al mirar hacia la misma zona, solo pude recordar el punto 5º de aquel acta de hace casi cuarenta años, donde se decía: "Defensa de la integridad del Parque, y de cualquier desmán urbanístico".

¡Ay, si muchos de aquellos pioneros luchadores del barrio levantaran la cabeza!

Antonio Lozano Herrera

Tomares (Sevilla)