El Gobierno aprobó el viernes la ley de economía sostenible que Rodríguez Zapatero presentará el martes en el Congreso. Es una ley que pretende ayudar al cambio de modelo productivo. Hoy ya es una verdad aceptada que España tiene dos retos ante la crisis. El primero, común a todos los países, es salir de la recesión. Ahí tenemos ventajas porque nuestro sistema financiero está mejor y la deuda pública era, al empezar la crisis, inferior a la media de la zona euro. Pero tenemos una segunda asignatura que otros países más avanzados, como Alemania o Francia, no tienen o tienen en grado menor: el cambio de modelo productivo. La reconversión de nuestra economía que demasiados años ha estado basada en el tirón del sector de la construcción. Tenemos ahí un 13% de la población activa, cuando la media de la zona euro es del 7%. Y mientras el paro se ha multiplicado en este sector, los nuevos empleos deben venir de industrias de futuro. La ley pretende ayudar e incitar a las empresas. Es una buena iniciativa, aunque, como siempre, todo dependerá más de las concreciones que de los grandes principios. Pero salir de la crisis exige más medidas que las adelantadas por Zapatero. Las enumeradas deben concretarse y no se pueden esperar milagros. El cambio de modelo productivo dependerá finalmente de los empresarios y los agentes sociales, y no se hará ni en un año ni en dos. El propio Rajoy ha dicho que hay medidas buenas, pero que faltan otras. Es un magnífico punto de partida para una discusión constructiva de la ley, que la gravedad de la crisis hace ineludible y obligatoria.