Que el futuro de mi país lo presenten en una gala al estilo Operación Triunfo , sencillamente, me acojona. El neo-mitin del PSOE del pasado domingo, que hubiera avergonzado a aquel concienzudo y solitario diputado que fue Pablo Iglesias, me hace prever cosas terribles. Ver a insignes personalidades del gobierno de mi nación encauzadas por vociferantes actores y en manos de algún inconfesable equipo de imagen me preocupa, sobre todo porque el PP, visto como anda de iniciativa, lo va a copiar. Si no, al tiempo.

Me asusta que se mire más a la forma que al fondo, que del plan para una economía sostenible que marcará las próximas décadas se hablen vanalidades buscando unos segundos en los informativos de televisión mientras que no hay forma de conocer los contenidos en profundidad y se emplaza al viernes, cuando lo apruebe el consejo de ministros.

Pero ya digo que si me preocupa el mitin--fiesta--reality--show del PSOE, hablando tan a la ligera de reformas económicas y laborales, más me atemoriza aún lo que hace el PP: estar de acuerdo. Ya se lo leí a David Trueba: "No te preocupes cuando hay disputas entre los grandes partidos. Lo que te tiene que preocupar es cuando están de acuerdo", porque todo se decidirá sin que uno pueda decir "esta boca es mía".

Y para colmo, están las declaraciones del pasado lunes de Joaquín Almunia, Jean Claude Trichet y el Banco de España sobre la necesidad de entrar a cuchillo en el mercado laboral. ¡Menudo globo-sonda! Se huele una reforma laboral de postín con la que (salvo los funcionarios) todos trabajaremos oficialmente y cobraremos cinco horas diarias, aunque seguiremos currando más de diez. ¡Y di que no al empresario!

El viernes, consejo de ministros. Agárrense, que vienen curvas.