Forma parte de nuestra peculiar idiosincrasia un fuerte estoicismo que nos lleva, ante cualquier dificultad, a recluirnos en nosotros mismos y aguantar hasta que pasa el temporal. Las relaciones familiares, de amistad, los conocidos y los tratos de favor son los mecanismos para ir campeando las dificultades. Esta proverbial capacidad de resistencia, esta austeridad autoimpuesta por las circunstancias, son el reflejo de una pasividad exterior fruto de una natural predisposición a la pereza, la timidez y la soledad.

Frente a la crisis hace falta actuar, tomar decisiones, intervenir en los ámbitos públicos y políticos. Necesitamos idear, inventar nuevos caminos de inversión, de creación de empleo, de potencial económico. Lamentarse y no hacer nada no son el camino para campear esta crisis. No hay que tener miedo a equivocarse, ni a señalarse, ni a decir las cosas con claridad. Algunos, sin duda, aprovecharán esta crisis para dar salida a sus instintos más bajos e inmorales (despidos injustificados, limpiezas internas, regulación de empleo, etcétera), mientras otros se dejarán la piel para sacar adelante sus empresas, sus familias y las de sus empleados. En tiempos de crisis se ve lo mejor y lo peor de la condición humana, pero tan solo una cosa es clara: ha llegado el momento de actuar. No se puede tan solo endeudar el Estado, tirar de un cheque en blanco que paguen las generaciones futuras.

Los nombres de Barack Obama , de Nicolas Sarkozy o de Gordon Brown no nos hablan de seres carismáticos que tienen recetas para todo. De hecho, en muchas cosas sin duda se equivocarán, pero sí que nos recuerdan que tuvieron la valentía de actuar en el momento oportuno, de tomar decisiones concretas, de apostar por soluciones bien definidas. "Dar palos de ciego", "marear la perdiz" y esperar a que todos los demás vayamos "capeando el temporal" con nuestro característico estoicismo senequista no pasa de ser la solución cómoda, fácil y falta de sentido de los que "nunca se equivocan porque nunca hacen nada".

Padres de familia, educadores, trabajadores, autónomos, banqueros, concejales de ayuntamiento, jueces, políticos, ministros, presidentes y reyes de este país: ha llegado el momento de ponerse manos a la obra, de tomar decisiones y arrimar el hombro. "Imaginación al poder" y, sobre todo, esfuerzo y trabajo bien hecho. Quizá un poco de luteranismo del trabajo no nos iría mal para complementar nuestro fatalismo hispánico.

* Profesor