Mientras los bancos y los grandes empresarios están consiguiendo el apoyo de los gobiernos para que sigan forrándose a costa de los ciudadanos, los pobres de siempre y los nuevos pobres no tienen quién les proteja. El informe sobre exclusión y desarrollo social que Cáritas ha presentado esta semana nos saca los colores a la sociedad acomodada: después de 15 años de crecimiento económico uno de cada cinco hogares españoles continúa viviendo bajo el umbral de la pobreza, que afecta de forma severa a medio millón de familias con problemas.

La mayoría no son pobres a causa de la reciente crisis, sino que lo han sido siempre. Nacieron en barrios marginados, en familias desestructuradas, no han tenido un buen acceso a la educación ni a los servicios sociales y en muchos casos sus vidas se han destrozado por el alcohol, las drogas, la delincuencia. Pero para ellos no hay partidas extraordinarias y en tiempos de desaceleración económica son los más vulnerables.

Y además hay nuevos pobres, familias que se embarcaron en una hipoteca confiando en un empleo que parecía estable; autónomos a los que les falló su pequeño negocio y no tienen más que deudas, o jóvenes que intentaron independizarse. Pero también personas con empleo y casa que no pueden asumir los gastos cotidianos y tienen que acudir a comedores para indigentes.

Ellos sí saben lo que es la crisis, una crisis crónica de la que no les sacará un ciclo económico favorable. Solo la solidaridad ciudadana y unos servicios sociales más efectivos y eficaces, que falta hacen.