Permítame, señor Mayor Oreja , responsable del programa del PP en Europa, que le envíe estas líneas como un pequeño y lejano aplauso a su intervención reciente sobre las raíces profundas de la crisis económica, que usted tuvo la audacia de relacionar con la crisis ética y con la crisis de las nacionalidades. Estamos en crisis, ciertamente, una crisis mundial, --para muchos, tremenda y catastrófica--, y las crisis hay que afrontarlas de cara, con valentía, sin subterfugios, actuando más y hablando menos. Porque lo fácil es criticar y atacar todo lo que se hace. Hay que ser generosos y dar prioridad a las necesidades, ante los intereses de carácter partidista. Sin embargo, usted ha ido mucho más lejos, ha oteado el horizonte de los valores y ha lanzado el reto de adentrarnos en las raíces más profundas que originan las situaciones de muchas de las crisis que vive actualmente la sociedad. Y así, en la reunión del Grupo Interparlamentario Popular con la Iglesia ortodoxa en Rumania, a la que han asistido representantes de varios patriarcados y políticos democristianos europeos, se ha atrevido a decir y a proclamar, con la mayor naturalidad del mundo: "La crisis económica solapa y esconde otras crisis que, además, en buena medida, constituyen causa y origen de aquella, de carácter económico, que claramente emerge en la superficie. (...). Cuando se vive por encima de las posibilidades de uno, cuando se gasta más de lo debido, cuando la ficción y la especulación, características intrínsecas del dinero, presiden nuestros comportamientos y a veces nuestros ingresos económicos, cuando siempre quieres más y más, y nunca parece que tienen en todos los ámbitos lo suficiente, estás no sólo explicando lo más sustancial de esta crisis económica y financiera, sino que estás, simplemente, describiendo una crisis de valores".

Y tras estas palabras, que no tienen nada de políticamente correctas, se atrevió a bajar más hondo para descubrir raíces profundas de nuestros males: "Cuando los índices de natalidad son los que son en Europa y especialmente en España, cuando el fenómeno de la inmigración no constituye una expresión de generosidad europea sino más bien de egoísmo, cuando huímos de las reglas, de las obligaciones, el ahorro y las verdades, buscando la comodidad y el dinero fácil, volvemos a encontrarnos de bruces ante una crisis de valores". Le felicito por su valentía y por haberse atrevido a señalar las raíces de una crisis que puede devorarnos a todos. No es fácil ser audaces y valientes en esta hora. Por eso, sus palabras encienden nuestra esperanza.

* Periodista