El verano parece un tiempo especialmente propicio para la solidaridad. Cientos de niños de otros países acogidos en hogares de toda la provincia mientras se multiplican las acciones de voluntariado social. Hoy concurren en la ciudad, al menos, dos cenas benéficas de las que hemos tenido conocimiento: la de la asociación de amigos de los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca a beneficio de la casa familiar Francisco de Asís , y la de la asociación de padres autistas de Córdoba a beneficio de los programas y terapias con su colectivo. Sin el boato mediático ni la masiva presencia de la clase política, sin entrega de premios ni famosos al uso, el apoyo a estas dos iniciativas merece la sensibilidad y el compromiso de todos los cordobeses. No son cenas de término de curso, ni de cierre de campaña, antes al contrario, de reforzar lazos para acometer nuevos proyectos y alcanzar las metas deseadas.

Al hilo del éxito de la reciente noche flamenca con sus más de 100.000 asistentes y numerosos espectáculos del más alto nivel artístico, y sin perder de vista que la solidaridad es un valor diario y permanente, quisiera pensar qué sería una noche blanca de la solidaridad en Córdoba, donde con la colaboración también de responsables públicos, agentes sociales, periodistas y artistas, los cordobeses se repartieran por miles entre cenas de confraternización: unas con pasarelas de moda, otras con pases musicales o humorísticos, con mesas medievales o comidas sudamericanas o africanas, con danzas típicas o sencillamente con un brindis sentido por la dignidad del ser humano. Asociaciones de cooperación al desarrollo, ecologistas, culturales y juveniles, pro inmigrantes o de derechos humanos, de género o de autoayuda, de enfermedades crónicas y discapacitados- como anfitrionas, con sus proyectos e inquietudes, del compromiso de los cordobeses por una sociedad mejor. Ahora que se anuncia el 11 % de desempleo para el año próximo, y los reajustes de la economía aprietan más a quienes menos tienen, todos tenemos que volcarnos con quienes enarbolan la bandera de las justicia y la dignidad de las personas. No estaría de más, quizás, invitar a alguno de esos 10 millones de millonarios, con más de 4 millones de dólares de fortuna media, según los recientes estudios, que cohabitan junto a nosotros. De seguro que nos llevaríamos alguna sorpresa.

* Abogado