El enigma de mi infancia era buscar unas supuestas llaves. Nadie sabía dónde estaban las malditas llaves y qué es lo que abrían realmente. Aquella canción infantil del "Matarile" la cantaban las niñas en sus juegos mientras los varones nos destrozábamos los zapatos de Segarra, feos y fuertes, jugando a la pelota. De vez en cuando parábamos para escucharlas a ellas y entre sudor y sudor la eterna pregunta del "Matarile" quedaba flotando en el aire como una ansiedad irresoluta. Ya no cantan las niñas esa canción. Cuando salen a la movida se llevan las llaves de sus casas y entran discretamente para que los padres no se enteren de la hora. Pero no crean que la canción del "Matarile" ha muerto. Ahora la cantamos a coro y en silencio una gran parte digna de la humanidad sustituyendo el sujeto, las llaves, por una metáfora maligna: las armas de Sadam Hussein. ¿Dónde estarán que nadie las encuentra?. Ni los más listos sabuesos del Pentágono que han rastreado las arenas del desierto mesopotámico han hallado el menor indicio. Nosotros mismos hemos sido engañados, aunque todavía estamos a tiempo. Sospechábamos que marines especialistas en encontrar pruebas en donde no las hay iban a depositar esas armas secretas en algún rincón del desgraciado país que ha sufrido recientemente dos maldiciones: la de su presidente derrocado y la del nuevo emperador de Babilonia.

Ahora que la maldita política ha vuelto a reconciliar a los extremos se están removiendo algunas conciencias farisaicas por culpa del nuevo "Matarile". Los laboristas ingleses exigen una comisión de investigación a Tony Blair. Una comisión del Congreso americano ya se pregunta por la grosera coartada de la guerra en la que había creído gente de buena voluntad. Pero no nos engañemos. Es para hacer el paripé, como decimos aquí. Ahora no se sabe si quien tenía que preparar las pruebas de las armas inexistentes eran la CIA o el Pentágono. Vulgaricemos: como se han quedado con el culo al aire hasta el prestigioso New York Times se hace de nuevas con lacrimosas preguntas de cocodrilo. ¿Y aquí?. Aquí no pasa nada. La oposición sabe que el amigo español de Bush no va a consentir ninguna comisión de investigación. Lo del "Matarile", aplicado a Sadam, es un juego de niños, una débil interrogación, una estrategia para políticos desvergonzados. A ver quién es el guapo que responde a la pregunta del "Matarile". O a ver qué país estratégicamente interesante desde el punto de vista económico se come el marrón de haber escondido las armas de Sadam. Una vez reconciliados los ánimos entre los agresores y sus aliados no beligerantes y dejando pasar un razonable periodo de tiempo, aparecerán esas armas. Pero no aparecerán de verdad sino que se convertirán en un nuevo alegato acusativo contra la incógnita del que se coma el marrón.

La única certeza de la que disponemos es que el emperador ha visitado a sus súbditos de Europa y de Africa y con magnánima benevolencia los ha invitado a participar en la rapiña de las ruinas o en sus adláteres circunstancias.

Con un gesto teatral le ha perdonado la vida a la ONU que ya no tiene vida y autoriza que sus inspectores vuelvan a Irak donde encontrarán sus propias armas de destrucción masiva distraídas en contemplar el caos de las ciudades que lloran lágrimas de arena y de los muertos que gozan de buena reputación en el limbo. Que es donde debe estar nuestra olvidadiza conciencia patria después de unas maravillosas elecciones sin vencedores ni vencidos.

Cierto es que aún nos queda el País Vasco para responder a la inquietante pregunta del "Matarile", palabra que en el argot popular significa "matar", "apiolar", "darle el matarile" a la víctima de ocasión.

ETA volvió a matar y la extrema derecha del PP culpa a esas inocentes criaturas de Zapatero y Llamazares de las últimas víctimas del terrorismo. El presidente desvía la atención hacia el "Pacto de Estella" con este argumento sibilino: si Madrazo (IU) apoya al gobierno vasco y Llamazares es propicio a un gran pacto con el PSOE de Zapatero, ambos son cómplices de ETA.

¿Dónde están las claves, matarile, rile, rile, para acabar con tanto cinismo político?. En el fondo del mar de las conciencias del censo electoral.