Hay vida más allá de Avatar 2. Todo un regalo de navidad para los amantes del buen cine… y, además, en versión original. El primer largometraje escrito y dirigido por la cineasta escocesa Charlotte Wells ha conseguido hacerse un hueco en la cartelera, para regocijo de aficionados al cine de autor (tan desamparados en estos tiempos, incluso la Filmoteca se empeña en aburrirnos con su programación, cuando no está cerrada por vacaciones). Estamos ante una producción madura y que no parece, en absoluto, una ópera prima. Impregnada de una melancolía que nos deja reflexionando días después sobre lo que hemos visto y oído (porque en esta ocasión sí que escuchamos las verdaderas voces, con sus intenciones y modulaciones propias de un excelente arte dramático), editada con inteligencia, agilidad y precisión.
La protagonista aparece puntualmente en el presente revisando imágenes de vídeo casero que realizó cuando tenía 11 años, durante unas vacaciones en Turquía con su padre. Hija de divorciados (Francesca Corio realiza el papel de niña, mientras Celia Rowlson-Hall es la adulta), es entonces cuando verdaderamente toma consciencia de quién era su progenitor y de la relación que entabló con el personaje que encarna Paul Mescal (gran trabajo interpretativo de este actor que consigue poner al espectador la piel erizada con la especial sensibilidad que otorga a ese tipo desesperado y capaz de rozar la felicidad mientras se hunde hasta lo más profundo del pozo a que está abocado) cuando compartieron unos días de verano. En esta relación paterno filial, habrá de todo: algo de compenetración e incomprensión, de sentarse juntos al borde de la piscina mientras se untan la crema que da título a la película o de escaparse de fiesta ella mientras él desaparece frente al mar bajo la luna; y, sobre todo, mucho alimento para el recuerdo y la memoria. Porque de eso va, del hecho de volver atrás reconociendo lo que en su momento no se fue capaz de captar y, ahora, gracias al audiovisual, reaparece como una mirada fantasmal retrotrayendo una experiencia que perdurará para siempre en la protagonista.
