Hacinados, sin apenas agua y comida, con un único médico que pueda atender sus problemas de salud y rodeados de suciedad e incluso ratas. Así viven miles de migrantes y refugiados atrapados en la isla griega de Lesbos, incluidos cientos de mujeres embarazadas, menores no acompañados y otras personas vulnerables a las que se debería dar un trato preferencia a la hora de tramitar sus solicitudes de asilo. Aunque según la legislación griega y de la UE los menores no acompañados, las embarazadas o madres lactantes, las personas con discapacidad o víctimas de tortura son consideradas como vulnerables y se les debería garantizar acceso al sistema de asilo heleno, muchos de ellos se ven atrapados en el proceso acelerado para su devolución a Turquía, país del que partieron en pequeñas embarcaciones, y sin el alojamiento y la atención médica adecuada que requieren, denuncia Oxfam en su informe

Según la ONG, el sistema que debería identificar a los más vulnerables y ofrecerles protección ha dejado de funcionar debido a la falta de personal y a los defectos en el proceso. Tanto los propios refugiados como el personal de las ONG locales que tratan de ofrecerles asistencia coinciden en denunciar la falta de información de la que disponen sobre el proceso de asilo y los cambios continuos que se producen en el mismo, lo que genera confusión y demoras.

Más de 6.500 migrantes y refugiados residen en el campo de Moria, el principal centro de acogida en la isla de Lesbos, que se encuentra a más del triple de su capacidad original, según los datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que ya el pasado noviembre denunció la lentitud en el traslado de los casos más vulnerables a la Grecia continental.

Durante buena parte de 2018, según Oxfam, en Lesbos solo había un médico designado por el Gobierno responsable de examinar a los hasta 2.000 migrantes y refugiados que llegan al mes a la isla y en noviembre hubo varias semanas en las que no había ningún facultativo. Además, según la ONG, los procedimientos, ya de por sí confusos, fueron modificados en tres ocasiones en el último año. «Es irresponsable e insensato no reconocer a los más vulnerables y responder a sus necesidades», ha denunciado la jefa de la misión de Oxfam en Grecia, Renata Rendón. «Nuestros socios han conocido a madres con recién nacidos durmiendo en tiendas de campaña y adolescentes registrados erróneamente como adultos y encerrados», denuncia.

Según Rendón, «identificar y atender las necesidades de estas personas es la obligación más básica del Gobierno griego y sus socios europeos». A Oxfam le preocupa particularmente la tendencia a detener a adolescentes y supervivientes de tortura tras no identificarles como vulnerables.

Trabajadores sociales y legales han contado a la ONG que a menudo se encuentran con detenidos que no deberían haber sido encerrados debido a su edad o por sus problemas de salud física o mental. En este segundo caso, una vez detenidos tienen menos opciones de recibir la atención sanitaria requerida. Joysin, de 28 años y nacido en Camerún, fue detenido a su llegada a Moria durante tres meses y, pese a que requería ayuda, no pudo ver a un psicólogo hasta un mes después de su arresto. Mientras estuvo detenido, permaneció encerrado junto a otros quince migrantes en un contenedor del que salían solo dos horas al día. Un mes después de su puesta en libertad, fue declarado vulnerable y solicitó su traslado a la parte continental. «Llevo meses esperando en Moria y no tengo ni idea de cuándo dejaré este lugar», se lamenta.

En el caso de Quentin, de 31 años y natural de Costa de Marfil, se sometió a una operación días antes de subirse al barco que le llevaría a Lesbos desde Turquía. Pese a que informó de ello a su llegada, fue detenido y cuando intentó resistirse le golpearon, según ha contado a Oxfam. «No recibí ninguna medicación durante los tres meses de detención», explica. Fue una vez liberado cuando vio por primera vez al médico. «Casi estoy ciego de mi ojo izquierdo, tengo problemas en un riñón y una rodilla. Por eso el médico me dio un papel que dice que las autoridades tienen que permitirme ir a Atenas para recibir tratamiento médico», señala. Cinco meses después, su traslado aún no se ha producido.

Las mujeres se sienten particularmente inseguras en Moria. «Casi cada día hay peleas porque no hay suficiente comida y agua para todos (...) no hay privacidad (...) no hay servicios médicos», se queja Shala, natural de Afganistán y que llegó sola a Lesbos. «Hay que estar en el lecho de muerte para que se tomen tus problemas en serio», denuncia. La mujer de 45 años es afortunada, ya que ha recibido asilo en Grecia, si bien por ahora no ha podido abandonar el campamento. «Tenemos miedo de que nos violen», confiesa a Oxfam Zahra, una afgana de 24 años que lleva casi un año en Moria. «No hay aseos separados para hombres y mujeres» y es frecuente que «las mujeres se enfrenten a acoso sexual mientras hacen fila», precisa. «Los hombres tocan a las mujeres y les dicen cosas desagradables», agrega. «Pasamos los días en Moria hambrientos, asustados de las peleas y sin ninguna perspectiva», lamenta la joven, que denuncia en particular que «los niños no reciben ninguna atención» y, «pese a que deberían ir a la escuela, se pasan el día esperando y sin hacer nada».

La llegada del invierno no hará sino empeorar la situación, según Oxfam. Con las lluvias, la zona de tiendas de campaña se ha convertido en un lodazal y las temperaturas han caído ahora en picado y se espera que la próxima semana incluso nieve. Para mantenerse calientes, muchos refugiados optan por quemar lo que encuentran, incluidos plásticos. «Ahora que he contado mi historia», confía el camerunés Joysin, «tengo una petición: por favor ayudadnos». «Mostrad al mundo lo que está pasando en Moria. Somos seres humanos. Merecemos ser tratados de ese modo».