Es la versión 2.0 y en términos de nicotina del dicho «en casa del herrero, cuchillo de palo». San Francisco, una de las urbes más vinculadas a Silicon Valley, se convirtió en la primera ciudad de Estados Unidos que veta la venta de cigarros electrónicos y sus productos relacionados, al menos hasta que la Agencia Federal del Medicamento (FDA por sus siglas en inglés) regule definitivamente sobre su seguridad. Y la decisión representa un mazazo, real pero también especialmente simbólico, para Juul, la compañía que controla entre el 70% y el 75% de ese boyante mercado en Estados Unidos, pues su sede está precisamente en la ciudad de la bahía.

Según los datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU más del 20% de los adolescentes vapean y también lo hacen el 5% de los preadolescentes. Son porcentajes preocupantes cuando se alerta del efecto nocivo de la nicotina en el desarrollo del cerebro en formación, especialmente en las partes que controlan la atención, el aprendizaje, los estados de ánimo y el control de impulsos, y cuando el propio CDC advierte de que los jóvenes que consumen cigarro electrónico es más probable que acaben fumando tabaco tradicional. Son, además, porcentajes que van en brutal escalada: entre el 2017 y el 2018 el vapeo creció un 78% en los estudiantes de instituto y un 48% en los más jóvenes que asisten a la escuela intermedia.

La moratoria municipal de San Francisco ha despertado alabanzas de grupos como las asociaciones americanas de pulmón o corazón. No obstante, no todo el mundo cree que la decisión sea la correcta y la ordenanza ha vuelto a encender un candente debate que se vive en todo el mundo, incluyendo en España, especialmente al llegar a una ciudad donde es legal la venta y el consumo de marihuana y también el de cigarros y otros productos de tabaco tradicionales.