Antonio Machado murió, a los 64 años, el 22 de febrero de 1939, en Colliure (Francia). La Guerra Civil no había terminado y el poeta salió desde Barcelona para el exilio unos días antes, acompañado de su madre, su hermano José y otros miembros de la familia. Según Corpus Bargas, el periodista y escritor que hizo el triste viaje con él, escribiría después: «Fue algo penoso, ver al gran Machado arrastrando sus pies por la nieve y con la mirada perdida me congeló hasta el corazón... Y sin querer se me vinieron a la cabeza aquellos versos suyos que decían: ‘Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios./ Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón’». A los dos días de su muerte murió también su madre, doña Ana.

Pero, cuando se habla o se recuerda a Antonio Machado, surge de inmediato su hermano Manuel, quizás porque sus vidas fueron como una sola vida (y además sólo se llevaban 11 meses, Manuel nació en 1874 y Antonio, en 1875). Los dos nacieron poetas, aunque uno canta lo que ve y el otro canta lo que siente. «Tu poesía no tiene edad. La mía sí la tiene». Dice Manuel y le contesta Antonio: «La poesía nunca tiene edad cuando es verdaderamente poesía». Sin embargo, lo que de verdad les unió fue el teatro, ya que juntos escribieron las obras que le dieron la fama: Juan de Mañara, La Lola se va a los puertos, La prima Fernanda, La duquesa de Benamejí, entre otras. A pesar de ello los dos hermanos eran bien diferentes. Según el periodista y escritor amigo de ambos, Rafael Cansinos Asséns: «Manuel, es efusivo, ligero, chispeante, andaluz pizpireto; Antonio, serio, ensimismado, meditabundo, lacónico como un espartano...».

Pero llegó la República y ahí comenzaron sus ligeras discrepancias. Manuel escribiría en La Libertad (1933): «El mundo se debate hoy --lejos de toda libertad-- entre dos dictaduras: la capitalista y la colectivista, la burguesa y la proletaria, entre el fascismo y el comunismo. Ambas son igualmente enemigas de la individualidad(...). Ambas son para mí igualmente detestables». Por su parte, Antonio les diría una tarde a sus amigos Ortega, Marañón y Pérez de Ayala: «Yo nací republicano y republicano me moriré. Estoy con el pueblo y al lado del pueblo estaré siempre. Para mí no habrá España si no hay libertad».

¡Ay!, pero la vida les jugó una mala pasada y el 18 de julio de 1936 los separó trágicamente. A Antonio (ya «don Antonio» para siempre) le cogió en Madrid y en la capital se quedó hasta que los comunistas Alberti y Bergamín lo arrastraron hasta Valencia, cuando ya las tropas de Franco estaban en la Ciudad Universitaria, y después a Barcelona, donde permaneció hasta su marcha a Francia. A Manuel, sin embargo, le cogió en Burgos, donde se había desplazado con su mujer para visitar a un familiar de esta, y en la España Nacional se quedó para siempre. Curiosamente estas vivencias políticas les llevarían a escribir los antagónicos sonetos que escribieron desde el fervor ideológico. Don Antonio escribe este soneto:

A Líster, jefe en los ejércitos del Ebro

«Tu carta -oh noble corazón en vela/, español indomable, puño fuerte-,/ tu carta, heroico Líster, me consuela,/ de esta, que pesa en mí, carne de muerte./ Fragores en tu carta me han llegado/ de lucha santa sobre el campo ibero;/ también mi corazón ha despertado/ entre olores de pólvora y romero./ Donde anuncia marina caracola/ que llega el Ebro, y en la peña fría/ donde brota esa rúbrica española,/ de monte a mar, esta palabra mía:/ ‘Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriría».

Por contra Manuel escribiría este otro dedicado a José Antonio Primo de Rivera: Oración a José Antonio. «José Antonio, maestro. ¿En qué lucero,/ en qué sol, en qué estrella peregrina/ montas la guardia? Cuando a la divina/ bóveda miro, tu respuesta espero./ Toda belleza fue tu vida clara./ Sublime entendimiento, ánimo fuerte,/ y en pleno ardor triunfal, temprana muerte/ Porque la juventud no te faltara./ Háblanos tu... de tu perfecta gloria./ Hoy nos enturbia la lección, el llanto;/ mas ya el sagrado nimbo te acompaña,/ y, en la portada de su nueva historia,/ la Patria inscribe ya tu nombre santo... / ¡José Antonio! ¡Presente! ¡Arriba España!».

Y desde la admiración he escrito estas líneas. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

* Periodista y miembro de la Real

Academia de Córdoba