Quizá influya el pensamiento del nacionalismo exclusivista que rechaza, por ejemplo, a quienes no tengan un abigarrado apellido vasco o no sepan catalán, como la alcaldesa de Vic, aunque luego apoyen al Gobierno español, como hicieron, por ejemplo, con Aznar, que por las noches hablaba catalán, y con Zapatero. Lo cierto es que una parte de España no se siente tan de esta nación, que casi llegó a formularse como comunidad internacional cuando ganamos el Mundial de Fútbol del 2010, donde se enamoraron Shakira y el culé Piqué, y Sara Carbonero y el merengue Casillas, que quiere ser presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Por eso no te sienta mal recibir un meme de Internet en el que el piloto español de Fórmula I, Fernando Alonso, te dice que ha viajado muchísimo, que prácticamente ha visitado todo el mundo y «te aseguro que no hay ningún país como España, por su riqueza, por su variedad de costumbres y caracteres, por su gastronomía». Y concluye de forma categórica: «Yo creo que es el mejor país del mundo, que deberíamos valorarlo mucho más y ser más felices». Es cierto porque está en el ambiente. Estás en una reunión abierta o en un bar viendo un partido de fútbol y cuando tus interlocutores tienen la palabra para contar lo que han vivido sueltan que «¿cómo te vas a tomar una cerveza en Italia, si te clavan? Y no te digo nada si vas a Centroeuropa y te pides un güisqui. O si en París quieres comer y beber a gusto. Ya hasta en Portugal, que se come barato pero no se puede beber». Y llegas a la conclusión de que el mejor sol y las mejores playas las tenemos ahí al lado, de que la belleza anda repartida por todas las comunidades autónomas (menos la de la mujer, que se queda en Córdoba), de que la mejor comida -ahora llamada gastronomía-- la ponen en España y de que te puedes costear una mediana buena estancia en este país, que tiene una sanidad pública de reconocimiento, si no te desenfrenas (me intriga que los jóvenes salgan todos los viernes y sábados a cenar en restaurantes). Pero esta lógica felicidad social sobre mi país se me quebró la otra tarde cuando leí que la Organización de Naciones Unidas, la ONU, le dice a España que le está fallando a las personas que sufren la pobreza, que muchas están al borde de sus posibilidades tratando de sobrevivir, que atribuye esta situación a la política que se ha hecho en los últimos diez años en todo el país y, sobre todo, que «hay dos Españas muy distintas» y una está ya al límite. La ONU dice, después de haber estado 12 días en las comunidades autónomas, que mientras los recolectores de fresa de Huelva viven como animales hay grandes empresas que ganan millones de euros. Ahí está el problema. Ante la subida del salario mínimo del Gobierno hay muchos españoles que se echan a temblar, como si fuera un desajuste para las previsiones de las grandes empresas. Es, sobre todo, un desajuste moral contra el oprimido, el que coge las fresas, no el dueño de la plantación. Según la ONU no todo el mundo vive bien en España. No sabemos qué pensará sobre esto Fernando Alonso.