El presidente de la Generalitat, Quim Torra (o mejor, el delegado de Puigdemont en Barcelona), no pudo ayer ceñirse a lo establecido y volvió a dejar su terca impronta secesionista en presencia del jefe del Estado, Felipe VI. Fue en el momento de los saludos protocolarios al Rey cuando el honorable (?) president usó el homenaje a las víctimas del 17-A para reivindicar la figura de los políticos presos. Tras saludar a Felipe VI, Torra no presentó a su esposa, sino a la de Joaquim Forn, uno de los ex consellers encarcelados por su papel en el procés. Vuelta la burra al trigo, que dicen los castizos.