Cada día descubrimos nuevos motivos de preocupación. La memez de los spoilers, por ejemplo. Tal como están las cosas, hablar de una película, de un libro o de una serie equivale a caminar por territorio comanche. Siempre hay alguien que salta «¡cuidado, no me hagas spoiler!», como si temieran por la vida del lector, aunque el caso es temer siempre algo ¡Se acabó aquella jovial inconsciencia de antaño! Un spoiler es alguien, o algo, que te chafa el final, que te cuenta lo que no deberías saber. Es el equivalente al boca floja del grupo que decía: «Y entonces, es cuando aparece el marido con el hacha y se la clava en la cabeza...» solo que ahora se llama spoiler, del mismo modo que a las pamplinas les llamamos fake news. El anglicismo está de moda y, al parecer, no solo entre presentadores y tertulianos de nuestro país, también en el Festival de Cannes ha brotado la dichosa tontería. Tarantino, que tiene mucho talento y mucho Cuentin, ante el estreno de su película Erase una vez... en Hollywood, envió una carta a los periodistas acreditados pidiéndoles que nadie desvelara nada del film que pudiera impedir a los espectadores disfrutar plenamente de su película. Al momento, todos estaban haciendo de correa de transmisión de la ocurrencia de Tarantino, una simpleza que, al margen de su eficacia como promoción de la peli, no es más una tontería «mu gorda». ¡Ea! ya tiene aquí otro spoiler. Después de un siglo del cinematógrafo, de miles y miles de películas y un centenar largo de obras de arte, ¿es necesario que Tarantino nos advierta de cómo ver y contar una película? ¿Tan tontos nos supone a los espectadores? Cuando yo era niño y no existía la posibilidad de ver películas nada más que los domingos por la tarde en el Teatro Español y en el cine de verano, nos contábamos las películas unos a otros, como Hernán Rivera Letelier recrea en La contadora de películas, y disfrutábamos de la película que alguien había visto y sabía contarla con detalle como para ganar la atención de los amigos o la familia, y, lejos de no querer ir al cine, la narración acrecentaba nuestro deseo. Tanta infantilización, tanto remilgo, tanto control no demuestra más que ignorancia supina pues, así las cosas, nadie estaría interesado en ver Romeo y Julieta o Fuenteovejuna, porque ya conocemos el final. Ni en mi caso habría visto tantas veces El Padrino, pues hay momentos en los que hasta los diálogos puedo repetir. Procure hacer buen cine Tarantino, que ya cada cual decidirá cómo y cuándo y con quién ve la película. Además ¿puede haber mayor spoiler que la muerte? y sin embargo, como dice Clint Eastwood en Mula, solo quiere cumplir cien años el que tiene noventa y nueve.

* Periodista