Al año 2020 lo recibimos como principio de los felices años veinte del siglo XXI, en clara referencia a esa década del pasado siglo. Una visión optimista de los avances de la humanidad en derechos humanos, igualdad, justicia social y progresos significativos y cercanos a cada uno de nosotros. Pero, ojo, habrá quienes se empeñen en una visión maniquea de nuestro mundo, apelando a frentes históricos con nombres rimbombantes. Siempre, el bien y el mal, recuerdan ese argumento de la serie infantil Érase una vez... No descansan, ni en Navidad, ni por que comience un nuevo año, una nueva década; el principio del fin. Tal vez, el ansiado poder conduce al frenesí de aquello y lo contrario.

El Valle del Guadalquivir, ilusionado con su futuro, ha reunido a todos sus alcaldes y alcaldesas para abordar proyectos de desarrollo económico y, todos, convocados, una vez más, por la Junta de Andalucía, son conscientes de la importancia de articular políticas comunes para los municipios ribereños. Un 2020 para, prácticamente, concluir el hospital de la comarca en Palma del Río, avanzar en la biblioteca pública y municipal del V Centenario y avanzar en eficiencia energética. Hoy por hoy, la ciudad de la naranja no cuenta con presupuestos municipales; esto implica parálisis de inversiones y convenios sociales, pero, Dios aprieta pero no ahoga. Confiamos en la inteligencia y bondad de nuestros ediles para sacar adelante lo que se pide en las mesas de negociación. Coherencia en el discurso público y privado. Andamos perdidos, los extremos se tocan indecentemente. Supimos desde el minuto cero cual era el legado de la revolución. Del tamayazo al cambiazo, nada nuevo en las cloacas. Una conciencia crítica avergonzaría a más de uno pero los semidioses exigen incienso. Gracias a los niños por recibir el nuevo año con naranjas.

* Historiador y periodista