Italia fue durante décadas la demostración más palpable de que el funcionamiento y la supervivencia de un país no depende, al menos de una manera crítica, de la existencia de un gobierno estable. Casi cada año ha tenido un gobierno diferente. Por eso ya no nos sorprende este último cambio de cromos protagonizado por el antisistema Movimiento Cinco Estrellas, del cómico Beppe Grillo, que ha dejado su romance contra natura con la Liga Norte de Salvini por otra coalición «imposible» con la socialdemocracia más ortodoxa del Partido Demócrata.

Viendo el comportamiento de la política italiana, quizás sería hora de dejar de despreciar esa componente aparentemente caótica y empezar a comprender y ver con buenos ojos su pragmatismo. A fin de cuentas, nosotros estamos alcanzado el mismo nivel de caos no determinista soportando a unos líderes de firmes principios ideológicos y posiciones políticas inamovibles. Y también estamos comprobando que los gobiernos no son imprescindibles para la supervivencia. Afortunadamente.

De todas formas, siendo cierto esto último, deberíamos entender que no basta con sobrevivir. Nuestro objetivo, como ciudadanos, como sociedad y como país, debería ser el progreso, la mejora continua en todos los sentidos. Estamos obligados a intentarlo; sobre todo, si vemos que otros lo hacen y lo consiguen. De lo contrario, cada vez se hará más difícil la mera supervivencia, ya sea como Estado, como sociedad o como simple ciudadano.

A fecha de hoy, yo creo que el PSOE, y la mayoría de los españoles, ha llegado a la conclusión de que un gobierno de coalición con Podemos es inviable. Casi por los mismos motivos que ha resultado inviable el gobierno de coalición del Movimiento Cinco Estrellas con La Liga Norte en Italia. Tal gobierno estaría tan alejado de la política posible y realista en un Estado serio que acabaría colapsando. Podemos, y cualquier otro partido populista de izquierdas o de derechas, ha demostrado ya que sus visiones están bien como proyectos personales o para un movimiento de opinión. Pero un Estado moderno, inserto en la compleja estructura de relaciones de interdependencia de la comunidad internacional, no puede jugar con la política. No puede hacerlo sin riesgos eviden-tes de consecuencias imprevisiblemente catastróficas.

Pero, si la coalición PSOE-Podemos es imposible, ¿cuál es la alternativa? Los políticos italianos permitieron otra coalición «imposible» y han evitado nuevas eleccio-nes. Es una decisión sabia, porque otras elecciones no habrían cambiado el paisaje de su parlamento. Lo mismo pasará en España. Las encuestas dan unos resultados algo diferentes para unas elecciones en noviembre, pero el PSOE, a pesar de una subida en el número de escaños, parece que seguirá necesitando un socio fiable para formar un gobierno con suficientes garantías de estabilidad.

La solución italiana pasa por que PSOE y Ciudadanos reconozcan que deben en-tenderse. Albert Rivera debería dejar para otra ocasión su estrategia en busca de la hegemonía en el centro derecha. En mi opinión, los españoles agradecerán una cesión en aras de la gobernabilidad y la estabilidad. España no necesita ni tres ni dos partidos de derechas, pero sí que hace falta un partido de centro que, como poco, pudiera dar estabilidad a posibles gobiernos de signo diferente y evitar así la necesidad de apoyarse en los nacionalistas.

A muchos ciudadanos nos parece increíble que tengamos que seguir pagando un precio innecesario, incluido el lento desmoronamiento de la identidad de país, y su unidad, no solo de mercado, sino social y cultural, con el simple objetivo de tener un gobierno. Quizás ha llegado la hora de que estos líderes dejen paso a otros que sean capaces de hablar y llegar a acuerdos. Pedro, Albert, dejad de regatear con vuestros proyectos personales. Necesitamos estadistas.

* Profesor de la Universidad de Córdoba