Hoy es el día de santa Marta, patrona de los hosteleros y de las amas de casa, que en Córdoba tiene un destello especial, ya que existe un convento de religiosas jerónimas que la tienen como titular de su monasterio. Santa Marta es el convento más antiguo en nuestra ciudad. Fue fundado en 1461 bajo la protección de los condes de Cabra y de la familia Cárdenas. Para llegar a él, hay que internarse por callejas sinuosas que lo aíslan de las grandes calles y lo convierten así en un lugar más silencioso y recoleto. A su compás se accede por un bello arco angrelado, decorado ricamente por ambos lados. Luego, la iglesia es un verdadero museo, destacando su puerta de acceso desde el compás, realizada en tiempos de los Reyes Católicos, principios del siglo XVI, por Hernán Ruiz I, en el llamado estilo gótico humanista. En el interior destaca el retablo de madera dorada, obra del escultor Andrés de Ocampo y del pintor Baltasar del Águila, realizado en 1582. Las esculturas de su primer cuerpo representan a Santiago, los Santos Juanes y san Andrés; del segundo, a san Lorenzo, san José con el Niño, san Jerónimo, mayor que el resto y procedente del suprimido convento de san Jerónimo de Valparaíso, san Agustín y san Francisco; y en el ático, santa Marta, escoltada por dos santas jerónimas y, sobre ella, un Crucificado. Tambien hay cuadros, los principales representan parejas de santos y santas: Eustoquio e Inés, Victoria y Acisclo, Flora y María, y Catalina y Lucía. La imagen de la Inmaculada existente en el templete es posterior, del setecientos. En los retablos del presbiterio se veneran, en uno, a san Joaquín con la Virgen Niña, y en otro, a Jesús Nazareno. En el muro del evangelio, hay otro retablo rococó, con la Virgen del Valle, talla del siglo XVIII, procedente del desaparecido convento de la Encarnación, en Toledo. El techo de la iglesia está formado por bóvedas de crucería. Ya en el interior, se encuentra el claustro del monasterio, llamado del Cinamomo, por ese árbol, de tanta sencillez y hermosura. Y habitando el convento, la comunidad de religiosas jerónimas, monjas contemplativas, que han consagrado su vida al Señor, configurado sus tres «paisajes esenciales»: el «paisaje divino»: el altar de Dios, el Sagrario, el rezo de las Horas, cantos y alabanzas de Dios, y las horas de adoración y oración; el «paisaje humano», la comunidad de hermanas en Cristo, acompañantes de sus vidas mutuamente, en un clima de intensa fraternidad; el «paisaje personal», la celda, lugar de descanso, de reflexión y de silencio interior. Son los tres «paisajes» que viven y «contemplan» las religiosas del convento de Santa Marta. Hoy es su fiesta. Tres veces aparece Marta en el Evangelio, suficientes para ganarse la simpatía de todas las mujeres cristianas que trabajan en sus casas sin levantar cabeza. Marta es una mujer decidida, una mujer que tras la muerte de su hermano Lázaro, mantiene un largo diálogo con el Señor, una mujer siempre dispuesta a «amar sirviendo y a servir amando», fórmula preciosa de la más excelsa fraternidad.

* Sacerdote y periodista