El poeta alemán Rainer María Rilke vino a España en 1912, tras haberse interesado intelectualmente por nuestro país y en especial en lo referido a la pintura. Viaja al mítico Sur, más que por romanticismo, que también lo había, buscando consuelo a su soledad interior, y fiel a su principio de que "para escribir un solo verso hay que haber visto muchas ciudades".

Desde Toledo, su primer destino tras Madrid, el poeta pasó a Córdoba, Sevilla y Ronda, para permanecer en dicha ciudad hasta febrero de 1913. La impresión que le produjo cada uno de estos lugares fue dispar y aparte del rastro dejado en sus obras, el poeta lo comentó en sus cartas. Si de Toledo (ciudad "asombrosa", "incomparable") tiene una visión idealizada, casi mística, que fomenta su mirada en lo cuadros del Greco; se decepciona con Sevilla y no llega a amar Córdoba. En el sur pues no encuentra respiro a su angustia vital y a su desesperanza, a su abismo interior de gran cariz religioso, hasta que llega a Ronda, precisamente a los abismos del tajo, aunque incluso en esa ciudad pensó en el suicidio. En Ronda halla por fin la ciudad soñada: "He buscado por todas partes la ciudad soñada, y al fin la he encontrado en Ronda... No hay nada más inesperado en España que esta ciudad salvaje y montañera".

En un poeta panteísta que se fusiona con el paisaje, este paisaje español le produce una honda conmoción. No es osadía pues, decir que tras el "portentoso viaje a España" cambiara el tono de su poesía que se hace más mística y trascendente.

En Córdoba fue contradictoria su sensación. Quizás es que ya tenía previsto estar aquí sólo de paso o que no estaba especialmente predispuesto porque, como dice tras su estancia en Toledo "resulta muy difícil de contentar". En Córdoba lee el Corán, "este libro tiene una voz tan fuerte como la del viento en el órgano, y en ella estoy metido con toda mi energía". Y su impresión cordobesa está condicionada por la Mezquita: "Córdoba. ¡Esta mezquita! Es una pena, una tristeza, una vergüenza lo que han hecho con ella. Esa iglesia enmarañada en su interior. Dan ganas de pasarle un peine, como a los nudos de unos hermosos cabellos. Han adosado unas capillas oscuras para digerir de manera suave y constante a Dios, como el jugo de una fruta".

Quizás nadie haya definido con una metáfora tan atrevida la Mezquita de Córdoba: hermosos cabellos o hermosa cabellera en otra traducción; pero como tantos otros se queja de la incrustación catedralicia. De ahí le surge una cierta irritación, y según le confiesa a su amiga la princesa María de Thurn und Taxis Hohenlohe (la del castillo de Duino), "está a punto de sufrir un arrebato anticristiano".

Por otro lado no parece que el paso de Rilke por Córdoba dejara estela en su poesía, lo que sí hizo Toledo y Ronda con su famosa Trilogía Española . Pues lo que a Rilke le atraía, su élan vital , era el paisaje que desbordara el alma, tanto el fabuloso paisaje de Ronda como la aspereza de Toledo, encaramada a una peña y rodeada por el Tajo. Pero si Córdoba no dejó apenas impronta en su poesía sí lo hizo él en la poesía cordobesa. Su habitación de Ronda en el hotel Victoria --ahora convertida en una especie de micromuseo--, donde estuvo casi dos meses, se convirtió en lugar simbólico de peregrinaje de su estancia en la ciudad tajuña. Nuestro poeta Vicente Núñez por ejemplo --su poesía tiene mucho de rilkeana en especial sus Himnos a los Arboles -- cuando cumplía el servicio militar en Montejaque, cerca de Ronda, allá por los años cuarenta, paraba en esa habitación que pedía expresamente.

Pero si Córdoba no deja un poso en su poesía sí lo hace una vivencia en sus calles con un perro. El mismo lo describe: "Una perrita fea, en avanzado estado de gestación, vino hacia mí... con gran dificultad... y solicitó una mirada mía... tomó un trozo de azúcar de mi café, celebramos por decirlo así, una misa. El acto fue sólo, en sí mismo, dar y recibir, pero el sentido, la seriedad y nuestra compenetración no tenían límites". Ello queda reflejado en un verso de la Tercera Elegía: "Un animal mudo levanta la vista, tranquilo, atravesándonos".

Dolido Rilke del alma y del cuerpo, esperando encontrar una calma y una esperanza quizás imposibles, este poeta, uno de lo grandes de todos los tiempos, pasó por Córdoba hace ya cien años.

* Médico y escritor