Habrá gente a la que le parecerá bien que Fernando Simón acuda al programa de Jesús Calleja a tostarse en plan aventurero. El hombre tiene derecho, bastante ha sufrido ya. Qué temple el suyo, qué humanidad, qué afable empatía. Qué talante, les faltará decir a los nostálgicos del zapaterismo. Simón es un buen tipo, y los que lo critican sólo buscan multiplicar el miedo y la zozobra. Pero, por desgracia, para reavivar nuestros temores no hace falta ninguna cortina de humo, porque el fuego se crece en los rebrotes. Mientras, en la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso se pierde entre las compuertas invisibles de unos barrios que no puede cerrar, porque la gente vive en un lugar pero luego trabaja en otra parte. Por eso tuvo que aplazar sus restricciones: no sólo por esa "complejidad jurídica de las medidas", que en verdad la tienen, sino porque su efectividad es difícil. Pero en medio de todo eso, con Madrid, Cataluña y Aragón, con Andalucía, en el ojo del huracán de la segunda oleada, Fernando Simón se baja de la moto y se va con Calleja, porque ya se encargará otro del Centro de Coordinación y Alerta de Emergencias Sanitarias. Fernando Simón, el mismo que nos dijo hace pocas semanas que no veía ningún indicio que le hiciera pensar en una segunda ola: claro, porque él estaba pensando en navegar con Calleja, porque un hombre tiene derecho a vacaciones aunque su población lidere ahora el ranking mundial de contagiados por cada 100.000 habitantes. Claro que el hombre tiene derecho a su descanso, incluso puede venirle bien para desempeñar su labor. Pero una cosa es darse un respiro, como ya hizo surfeando en Portugal, y otra la exhibición de acudir al programa de Calleja en plan divo, y ahora convertido en personaje mediático por su gestión errática de una comunicación que sólo ha sido un baile de sonrisas, porque cifras reales hubo pocas. Fernando Simón lleva desde marzo desmintiéndose a sí mismo. Ahora se da un respiro mientras la gente se ahoga.