Claro que cuando pierda todas las partidas y cuando duerma con la soledad resistiré, pero que la resistencia no se convierta nunca en cortina de humo de la negligencia. Cuando se me cierren todas las salidas y la noche no me deje en paz, cuando sienta miedo del silencio, resistiré: pero la resistencia no consiste en la existencia acrítica, sino en la conciencia del momento. El Ministerio de Sanidad entregó la primera partida de test sanitarios deficientes, provenientes de China, a la Comunidad de Madrid. Más de 8.000 pruebas de diagnóstico rápido para determinar el contagio por coronavirus. Era un buen plan: controlar la tasa de los infectados entre los trabajadores sanitarios de Madrid. Pero los test sólo tenían un 30% de fiabilidad, con el riesgo potencial de contagio y la relajación de quien cree que está limpio del coronavirus, pero no lo está. 640.000 test que han sido devueltos, mientras el virus se sigue propagando. La Embajada de China aclara que la empresa que los suministró al Estado español no tenía licencia oficial para vender productos médicos. Así que cuando cueste mantenerme en pie resistiré, erguido frente a todo, pero sin ignorar que el ministerio de Sanidad entregó los test deficitarios, o test piratas, sin comprobar si funcionaban. Según el ministro de Sanidad, el filósofo Salvador Illa, «Los 8.000 han ido, todos, a la Comunidad de Madrid. Se han enviado con unos criterios y advirtiéndoles de que había que validarlos». Ahí lo llevas. Cuando quien tendría que haberlos validado --lo que parece sensato-- es el Centro Nacional de Microbiología, de Sanidad. Ha podido haber profesionales sanitarios contagiando a pacientes sin saberlo. Hasta Fernando Simón confirma que la comprobación se hizo tras la entrega. Y Pedro Sánchez los llamó «test fiables y homologados». Porque el enemigo, ahora, es nuestra mayor falta de estrategia y liderazgo, en nuestro peor momento. Así que más nos vale volvernos de hierro para endurecer la piel.

* Escritor