No les voy a contar a ustedes, precisamente a ustedes, cómo lo están pasando en casa ni los sacrificios que están haciendo. Aunque... ¡Cómo ha cambiado en cinco días la vida! Antes yo me hacía el remolón a la hora de sacar a mi perro, Gastón, y ahora tengo el convencimiento, para mi vergüenza por no haberle hecho más caso en el pasado, de que es Gastón el que, magnánimo y generoso, me saca a pasear a mí. Además de que salgo con más plástico encima, en las manos y en la mascarilla de la cara, que el que uso para recoger sus cacas.

Todos tenemos historias similares que contar, por ahora con cierto humor hasta que se nos agote, para sobrellevar una situación de confinamiento que no es fácil, pero que ayer dio un salto cualitativo. Porque más que la esperada comparecencia del presidente, Pedro Sánchez, anunciando el estado de alarma del sábado, los que tienen la cabeza en su sitio y no se han dejado llevar por el pánico lo que auténticamente temían era el anuncio de ayer: las medidas económicas para enfrentarnos a la crisis. Porque aquí se acabó cualquier cachondeo. ¡Esas sí que inquietaban y justificaban acaparar papel higiénico! Y tras oír al presidente las medidas económicas, me quedo con cierto regusto a decepción, porque todos estaremos unidos en esta crisis... salvo los de siempre: la banca.

Verán. En Francia no ha hecho un menor esfuerzo económico el Estado al destinar 300.000 millones de euros (aunque sean muy oportunos los 200.000 en España), pero además de avales a pymes, asegurar las prestaciones a la población más vulnerable, alargar plazos administrativos o congelar pagos a la Seguridad Social, en Francia han tenido las narices de obligar a los bancos a paralizar, al menos, las exigencias de pagos de créditos de autónomos, pymes... Aquí no. Aquí las empresas y pymes podrán rellenar solicitudes durante semanas, esperar contestación y a ver si les llega algo o el Estado les avala (es decir, arriesga el dinero de todos) algún retraso al banco. Suponiendo que para entonces no haya quebrado la empresa.

Pues nada... otra vez con las mismas. Como en la crisis del 2008. La banca gana. Oigan... ¡Cómo se lo montan! Ni los rozan en España aunque todo el mundo esté arrimando el hombro y se les necesite más que nunca. Ni siquiera por un Gobierno en donde hay miembros que hicieron bandera de las reivindicaciones contra el sistema financiero, porque entre todos los ciudadanos reflotamos a los bancos en la anterior crisis asumiendo aquella carga. No sé... me da la sensación de que, de nuevo, a la hora de la verdad no hay un par de poderes para todo lo que podemos y, encima, justo cuando hay que poder.

En fin: pensemos a corto plazo. ¿Qué hacemos estos días? Pues quizá disfrutar todo lo posible de los pequeños lujos que nos permita la vida de reclusión en casa. Incluido ver en escapadas permitidas las estrellas mientras le recojo las cacas a mi perro Gastón, el mejor amigo del hombre, como me viene a demostrar también esta pandemia. Y no mi banco, por mucha publicidad que se gaste en querer convencerme de su amistad y cariño en estos tiempos.