Lo que manda la fecha es hablar de política y de la sesión de ayer del Parlamento. Pero... ¡No, por Dios! Quiero evitar tales desparrames y en su lugar hablar de fiestas, que sí que son cosas serias y no como algunas escenas que hemos podido ver del Congreso los últimos días. Y es que hoy es un día magnífico, con el roscón de Reyes aun repitiéndose para algunos y con otros muchos organizando los primeros ensayos de Carnaval del próximo fin de semana, para mirar el almanaque con ilusión y no echar de menos las pasadas Navidades.

Aunque tampoco quiero centrarme en ese calendario festivo cordobés grabado a sangre y fuego (o mejor dicho: a medio de vino y flores) en la piel de los cordobeses. Ya saben: Navidades, Mercado Medieval, Carnaval, Semana Santa, Cata de Vino, Cruces, Patios, Feria... Quiero referirme a un ciclo de fiestas que en los últimos años ha parido el Ayuntamiento que serán menos populares, pero en ocasiones con más réditos culturales, divulgativos y hasta turísticos que muchas de nuestras jaranas ‘oficiales’. Se trata del Otoño Sefardí, que empezó siendo una serie de actos en un fin de semana y ya es una de las joyas del otoño cultural cordobés y un referente internacional en su género; Kalendas de Cordvba a celebrar este año del 1 al 22 de marzo en una quinta edición, y Noches del Ramadán, del 22 de abril al 22 de mayo en este 2020. Cada programa es un tributo, respectivamente, al legado judío, romano y musulmán de Córdoba en el que rememorar nuestro pasado, reflejarnos en el presente para ganar autoestima y mirar al futuro.

El caso es que este año este calendario festivo-cultural se completa con Córdoba en Púrpura, dedicado al legado cristiano, a celebrar del 1 al 29 de febrero. Es una nueva iniciativa llamada a consolidarse aún antes de empezar, sobre todo si se tiene en cuenta que también es fruto del trabajo del jefe de la Unidad de Turismo y Patrimonio de la Humanidad del Ayuntamiento, Rafael Pérez de la Concha. ¡Qué tío! La deuda de Córdoba con él es enorme.

Porque, ciertamente, a este calendario festivo-turístico le faltaba el legado cristiano. Quizá en ese retraso, y lo digo con cierta ironía, ha influido el que en los últimos años la «oferta privada» de eventos cristianos (Semana Santa y magnas cofrades, por ejemplo) ha hecho menos urgente el esfuerzo desde lo público para reivindicar el legado de la Cruz en la cultura cordobesa. Pero ello no quita lo mucho que aportará una programación en la que se hable de esta riqueza cristiana cordobesa, sin olvidar el fenómeno religioso pero sin centrarse en el mismo, abarcando desde la antropología e historia del Camino Mozárabe a las visitas guiadas a iglesias y monasterios, conferencias, citas gastronómicas, la fotografía o el teatro. Y todo con el legado cristiano como nexo de unión entre cordobeses, evitando, como se ha hecho en Noches del Ramadán o el Otoño Sefardí, convertirse en un campo de batalla ideológica, de los que ya demasiados tenemos en Córdoba.

Así que por parte de un servidor, ya estoy esperando seguir de fiesta con Córdoba en Púrpura. Que una cosa es ser o no creyente (en cualquier religión) y otra muy distinta el estar poco católico con la cultura.