De nuevo el virus apoderándose de las ucis. De nuevo el temor a que la fecha estampada en el DNI sea determinante. El virus ha tomado impulso, dicen los expertos. Las medidas tomadas ahora no tendrán efectos inmediatos. Durante semanas seguirá en alza la estadística de la muerte. Mientras, la ruina de tantos. Y un otoño más otoño que nunca. Con la melancolía enredada entre las hojas caídas y los proyectos diluyéndose en los charcos.

Enciérrate, nos grita el virus. Doble giro de llave y cerrojo. El temor a un nuevo confinamiento toma forma en el horizonte. Esta vez, no se esperan vídeos simpáticos de recetas de madalenas. La etapa de la inocencia ya pasó. De nuevo las pantallas omnipresentes, esas insaciables devoradoras de energía. De nuevo equilibrios imposibles entre trabajo, familia, soledad o paro. La desesperanza se hará más fuerte, sin papel de celofán que la disimule. Terreno abonado para los misioneros de las tinieblas. Esos que se deleitan tapiando la esperanza y abriendo puertas a la intolerancia. Ellos también son una plaga y se alimentan de nuestra impotencia. Que no nos cierren la mente.

* Escritora