Es un chascarrillo grosero e inmisericorde, pero... ¿quién no lo ha escuchado alguna vez? «Tienes más miedo que once viejas». Por qué 11 y no 18 es una incógnita, pero la cruda expresión es al mismo tiempo dolorosa y certera: ¿cómo no tener miedo cuando el cuerpo falla, cuando dependes de los cuidados de otras personas, cuando tu organismo no responde y quizá la mente tampoco esté tan rápida? Las ancianas madres y abuelas, los ancianos padres y abuelos, los que ya han dejado atrás esa «tercera edad» para entrar en la que les da derecho a tener bisnietos, sienten miedo, y si lo sienten los que están viviendo más o menos a salvo en sus casas -sufriendo una tristeza y soledad sin nombre, perdiendo capacidad muscular porque no se atreven a salir, reducido el disfrute en la etapa final de su vida- ¿qué miedo no sentirán los que viven en residencias donde se ha colado el maldito virus?

Llegan cada día las noticias de los brotes de covid-19 y las muertes en las residencias de mayores, de Córdoba y de toda España. Es verdad que el daño de la enfermedad puede alcanzar a cualquiera, y que todos cruzamos los dedos, pero la indefensión de los más débiles rompe el corazón e indigna. Volvemos al punto de partida y no hemos resuelto nada, no hemos sido capaces de protegerlos.