Mi Navidad es la representación de lo que es el amor: un niño indefenso, noble, puro, inocente, con la fuerza de la verdad, pero inútil, inerme, impotente si aquello a lo que se dirige no quiere el amor, lo rechaza, lo anula, y peor: lo maltrata, lo ensucia, lo corrompe, lo prostituye, lo ridiculiza y lo tira; lo cambia por egoísmos, por mentiras, por lo que no es amor, por lo que sólo es violencia, oscuridad, humillación y maldad. Para mí la Navidad es la imagen del amor; o sea, la cualidad esencial en cada ser humano, poderoso si es recibido en ese amor, absolutamente débil, inútil, si es rechazado en el amor. Es la maravilla, o el drama, de ese Niño-Dios con los seres humanos: nos hizo a su imagen y semejanza, y por lo tanto no puede violentar su obra, pues sería como violentarse a sí mismo, y esa contradicción le es imposible. Hasta el mismo Dios se debe a su amor. Somos sus hijos; no sus muñecos. Él nos creó en la libertad, en la dignidad, en la luz, en la verdad, en el amor. No podemos dejar de ser amor, y por eso, cada vez que intentamos salirnos del amor, sufrimos y provocamos sufrimiento; no podemos reinventar la vida, y menos aún si pretendemos reinventarla no con las pautas del amor, sino con las pautas del poder, del prestigio, del egoísmo, de la mentira y de la violencia. La vida está bien hecha, tiene todo el sentido en sí misma por el simple hecho de ser vida. Cualquier cosa, sentimiento, idea que represente la vida es bueno; una florecilla perdida entre montañas, un pececillo en lo profundo del mar. Por eso el único pecado verdadero es el atentar contra la vida, de cualquier forma, en nosotros y en los demás; el impedir la vida, que prospere la vida, es decir, la libertad, el crecimiento, la paz, la felicidad, la verdad, la alegría, la luz. Todo lo que no dé esos frutos, no viene de Dios, sino de nuestra vanidad, de nuestra mentira, de nuestra tiniebla. Porque el Mal existe, y no es un concepto abstracto, sino que se encarna en personas y sus obras. Está siempre vigilante para desviarnos hacia el sufrimiento. Ésta es mi Navidad, la que celebro cada año, la que cada año inicio en Adviento y la recorro hasta el año siguiente; la Navidad con la que quiero presentarme ante el Amor cuando el Amor me llame a su presencia definitiva.

* Escritor