En El Masnou la gente está dispuesta a llegar a las manos no por la independencia, sino por xenofobia. Y aunque la xenofobia, como la independencia, es una razón como cualquiera para llegar a las manos, no siempre sus matices quedan claros, no siempre se asume la verdad de frente. Porque si todos los violadores fueran inmigrantes sería más fácil delimitar a los posibles agresores; pero en España, hoy y siempre, se ha atacado a las mujeres, se las ha vejado, violado o matado, y no hemos necesitado inmigrantes, adultos o muchachos, solos o acompañados, para que las mujeres sufrieran en silencio esa doble condena del daño y su continuidad. La batalla en El Masnou, en el Maresme, entre defensores y contrarios a la presencia de menores no acompañados en las puertas del albergue Josep Maria Batista i Roca, siendo necesaria la intervención de los Mossos d’Esquadra, porque allí está el menor que presuntamente agredió a una mujer este fin de semana, tiene un punto hondo de imbecilidad. Algunos jóvenes tutelados han calentado la fiesta subiéndose al tejado del albergue y saludando a los manifestantes con el paquete en mano, pero eso entra dentro de esa alucinación en la canícula, del cerco o del asedio con su acaloramiento. «Fuera los menas de nuestros barrios», gritaban. «Ni una más». De acuerdo en lo segundo; pero ¿y lo primero? ¿Es que en España no se violaban mujeres antes? Justo es noticia la ratificación del Supremo en el caso de La Manada. Hay que perseguir al delincuente, no criminalizar a un colectivo. ¿O es que todos los españoles somos violadores porque haya nacionales que sí lo son? Pues con los inmigrantes, igual. Unos pocos no definen al resto. Otro asunto es la negligencia de la Generalidad al gestionar -o al no gestionar- la llegada de menores extranjeros no acompañados a Cataluña; pero es que el interés del Gobierno independentista no está en la realidad. El resto es racismo: sólo los individuos pueden ser culpables o inocentes.

* Escritor