Hace unos días se celebró el Día Mundial de la Biodiversidad y, más recientemente, el Día del Medio Ambiente y jóvenes y viejos salieron a las calles en todo el mundo en defensa de la Tierra. En nuestra ciudad varios colectivos se manifestaron y los más jóvenes se hicieron los muertos en Las Tendillas, mostrando que eran conscientes del negro futuro que se cierne sobre la Humanidad y que querían seguir estando vivos. No menos conscientes eran los jubilados solidarios, pues, como dijo uno de ellos, «luchaban por los que han de venir». Del mismo modo se manifestaron otros colectivos, mientras el tema se relegaba a un segundo plano de la agenda electoral cuando debería ser prioritario.

Los más jóvenes y los que han de venir lo tienen crudo, si no se toman drásticas y urgentes medidas para evitar que el calentamiento de la Tierra alcance ese punto en el que la Naturaleza será incontrolable y el apocalipsis irremediable. Esto no es una hipótesis, sino una evidencia apoyada por el 95% de la comunidad científica y organizaciones internacionales como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas, una iniciativa colaborativa de miles de científicos y 195 gobiernos nacionales.

Por lo tanto, desarrollar en un artículo de opinión esta problemática es absurdo, pero no creo que lo sea el unirme a esas voces que denuncian al homo sapiens como el causante del aumento de temperatura de la atmósfera, dando lugar a una nueva era geológica denominada antropocena y, en ella, a la extinción de biodiversidad que se está produciendo ante nuestros ojos. Y no se trata solo de nuestro lince ibérico sino de nuestra propia extinción como especie.

Las causas son bien conocidas: nuestra emisión de gases invernadero a la atmósfera en los últimos dos siglos por la utilización de combustibles fósiles de nuestro sistema económico y de producción. ¿La solución? Como señala Noami Klein, «es una ironía que el mismo éxito de la revolución industrial ha llevado a que en la actualidad nuestra mayor esperanza para evitar el caos climático radique en una trasformación revolucionaria del sistema de mercado». Y la dificultad estriba en que, como demuestra un estudio de Universidad de Yale, las opiniones políticas determinan la actitud ante el calentamiento global (cuanto más a la derecha, más son los negacionistas) y en una reciente reunión en nuestro país de políticos con empresarios se trató el tema y, aunque estaban de acuerdo en la necesidad de ¡actuar contra el cambio climático ya!, los empresarios no salieron muy contentos con las propuestas y ambos grupos se quedaron mirando a la Luna.

* Comentarista político