Personas cuya capacidad intelectual deja bastante que desear alcanzan una vida de éxitos en lo profesional, social e incluso sentimental. Sin duda están dotados de una inteligencia emocional. Paralelamente nos suenan personas, con esas teóricas limitadas capacidades intelectuales que, a base de lengua y trapacerías, alcanzan sustanciosas fortunas o, en todo caso, consiguen vivir del cuento. Practican la gramática parda y son verdaderamente peligrosas. Aumenta el riesgo cuando se solapan inteligencia emocional y gramática parda. Es entonces cuando acecha un gran peligro.

La expresión inteligencia emocional fue utilizada por Peter Salovey y John Mayer, que la definieron como «el subconjunto de la inteligencia social que implica la capacidad de monitorizar los sentimientos y emociones propios y de los demás, de discriminar entre ellos y utilizar esta información para guiar el pensamiento de uno y las acciones», en un artículo publicado en 1990. El psicólogo Daniel Goleman alcanzó enorme éxito con la publicación del libro ‘La Inteligencia Emocional’, en 1995. Estima que la inteligencia emocional se aprende y puede potenciarse.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define la «gramática parda» como una expresión coloquial que representa la habilidad para conducirse en la vida y para salir a salvo o con ventaja de situaciones comprometidas. Se suele asociar a comportamientos de personas sin una preparación que, a base de una innata astucia y una sabiduría no estudiada, saben obtener beneficios a través del engaño.

La etimología u origen de la expresión no acaba de estar clara aunque se barajan distintas procedencias. Al asociarse a gente inculta y con baja formación quizá se asimilaba al color pardo de las vestimentas de la gente humilde. El Diccionario de la Lengua de 1734, se refería a método de hablar basto y rudo propio de las gentes sin cultura.

En septiembre de 1833, don Ramón Soler, con el seudónimo de Bachiller Cantaclaro, publicó el interesante y divertido: ‘Curso completo de Gramática Parda, dividido en 15 lecciones en las que se dan reglas fijas para que cualquiera pueda vivir sin tener necesidad de trabajar’.

A los que quieran dedicarse a lo que llama nobilísimo arte les adelanta que cuantas menos letras y estudios, mejor. Eso sí, se les exige: memoria sublime --el mentiroso tiene que ser memorioso--, don de palabra, carácter flemático, impavidez, serenidad y poquísima vergüenza, hipocresía afectada, capacidad de adulación, conocimiento de idiomas vulgares --para hablar a cada uno en su lenguaje-- y aire lisonjero.

Clasifica la Gramática Parda en tres categorías: suprema, mediana e ínfima. A los gramáticos pardos supremos, que deben tener unas altas condiciones de poca vergüenza, pero apariencia y elegancias nobles, da una serie de normas para conseguir una gran casa elegante y suntuosa, instrucciones para disfrutar de muebles sin pagarlos y cómo lucir muchos y buenos trajes sin gastar un cuarto. Les exige obligatoriamente lo que denomina amplificación, es decir exponer copiosamente a la vista su ficticia dignidad y grandeza --actualmente su amañado currículum-- para que se grabe profundamente en la memoria de los oyentes. No deben de olvidar asimismo que el tiempo es un gran maestro que va envejeciendo las deudas.

Al gramático pardo mediano le aconseja pasearse, hablar con muchos, entrarse en todas partes, sobre todo en oficinas y pegársela a todo el que pueda hacerlo. A los de la clase ínfima: «gente no bien nacida, que no tienen la grandeza de ánimo para ser clase suprema ni mediana», los califica de chusma. Pero, como también los considera sus alumnos, les proporciona algunas reglas para proveerse gratis de algo de lo ajeno.

A la vista de la situación actual, no cabe duda que abundan los seguidores de la inteligencia emocional --utilizada para su propio beneficio-- y sobre todo de las enseñanzas de gramática parda de don Ramón Soler, de hace casi dos siglos. Cada día meten en el trullo o procesan a significados políticos, banqueros, constructores, financieros, defraudadores fiscales, estafadores de alta alcurnia, y gente de variada ralea que son, sin duda, gramáticos pardos supremos. Pero también navegan sueltos toda clase de trileros, sablistas de baja estofa, fraudulentos inversionistas, adivinadores y echadores de carta, marrulleros políticos populistas y farsantes predicadores de sectas, que mienten más que hablan y embaucan con su estomagante demagogia a reverentes oyentes ilusos, interesados o ignorantes. ¡Dios nos coja confesados!

* Doctor ingeniero y académico