Hace ahora 25 años cogí a mi hija de las manos y nos subimos por las escaleras mecánicas del Centro Comercial El Arcángel, por donde antes había estado el estadio y hace unos días Macarena Gómez y Fernando Tejero, y ensayé con ella la presencia en Córdoba de una cierta modernidad que nos llegaba aquel 1994. Y que ahora está recordando cada martes desde octubre hasta el 10 de diciembre la Real Academia bajo la denominación general de El Patrimonio de la Humanidad de Córdoba, título que la Unesco le concedió el 15 de diciembre de aquel año. Había pasado 1992, el año de la Expo, el AVE ensayaba velocidad de relámpago por la misma zona por donde los trenes habían adquirido notoriedad por sumar tardanzas y la ciudad empezaba a asomarse a su río, hasta entonces casi aparcamiento nocturno de camiones buscando placeres que no se vieran. Por mayo, ese año la Feria de Nuestra Señora de la Salud abandonó el Paseo de la Victoria y se instaló en El Arenal, cerca del nuevo estadio de fútbol y al lado del Centro Comercial El Arcángel cuyas escaleras mecánicas subí con mi hija el día de su inauguración. Cuando la Ribera dejó de ser un escondrijo, empezó a ser considerada y se convirtió en un espacio gastronómico, que es por donde ahora comienza el placer. 1994 fue un año señalado para la economía porque fue el de la fusión por absorción entre Cajasur -el nombre de su máximo dirigente, Miguel Castillejo, borraba cualquier otro de Córdoba-- y la Caja Provincial de Ahorros, que lideraba Alfonso Castilla, el rey Juan Carlos I inauguró la nueva estación de trenes y por donde bastante tiempo se asentaron las casitas portátiles de Las Moreras se alzó un monumento del capitalismo que sabe sacarle partido a todo: el centro comercial Pryca La Sierra. Abrir el mismo año dos centros comerciales, inaugurar la Feria junto al río y estrenar una estación de los trenes del futuro marcó las efemérides de aquel año de 1994, cuando el Guadalquivir se volvió cosmopolita porque desde Phuket (Thailandia) la Unesco se había fijado en el casco histórico que regaba y lo convirtió en Patrimonio de la Humanidad, un título de dioses.