Con notable adelanto respecto a su fecha tradicional, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias vienen representando el Tenorio desde hace semanas. Sus televisadas peleítas de enamorados mantienen paralizado y en vilo a todo un país, que aguarda expectante el desenlace de este drama romántico. Asistimos a una nueva escena del sofá.

Al levantarse el telón, en el proscenio, Pedro y Pablo sentados en una sala de recibir del palacio de la Moncloa. Pende del techo una gran lámpara de araña. Sobre una mesa baja, una fotografía de Begoña y las niñas subiendo la escalerilla del Falcon. A lo lejos suena un programa que emite La Sexta. El presidente en funciones, ansioso por conseguir los favores de su partenaire, se inclina con aire conciliador: «Cálmate Pablo, contente/ ahora que todo administro/ muy pronto serás ministro/ para el pavor de la gente. / Pero, ¿ a qué viene esta prisa?/ tus lloros y tu lamento / has perdido tu sonrisa/ ¡ ya no eres tan atento!/ ¿ No es cierto ángel de amor/ que en tu galapagueña villa/ que es toda una maravilla/ se vive mucho mejor?». Pablo, con rictus melancólico, responde: «Callad, Pedro, por Alá/ tus balbuceos no admiten dispensa/ pareces la ministra Celaá/ en una rueda de prensa». Por un momento, Pablo se abandona a la nostalgia, y evocando tiempos pasados, musita: «En el cuarto de Bescansa/ ahora ya nadie descansa./ De la cuna de Errejón/ ya solo queda el colchón./ Irene mandó a Ucrania/ toda la ropa de Tania./ Monedero esta semana/ se fue con Carmen Lomana./ Y la abuelita Carmena/ ya no viene ni a la cena./ Solo queda ¡qué tostón!/ el pesado de Echenique/ confío que su dimisión/ muy pronto me comunique». Conmovido ante tal sufrimiento, Pedro alza la voz y proclama: «No te preocupes, amor mío/ te libraré del cautiverio/ y antes de que llegue el frío / vivirás en un ministerio». «¿En el de Trabajo?/ Y un carajo./ ¿ Será Cultura?/ No está a tu altura./ ¿Quizá Defensa? / Menuda ofensa./ ¿Exteriores?/ Los hay mejores./ ¿Tal vez Fomento?/ No, lo lamento./ ¿Acaso Justicia?/ Una estulticia./ ¿Sanidad?/ ¡Qué indignidad!/ ¿Transición ecológica, pues?/ Pero eso, ¿qué es?».

Pablo, desairado al verse sin su ansiada poltrona, se levanta del sofá y, con gran teatralidad, se dirige a Pedro reprochándole: «Por ir contigo al altar/ en tu palabra creí/ y hasta te prometí/ mi coleta cortar./ Mejor ropa vestir/ mi dentadura arreglar/ y mis votos prestar/ para poderte investir./ La monarquía aceptar/ y no quererla abolir/ mis modales pulir/ y no volverte a vetar./ A la derecha insultar/ y a la Iglesia barrer/ a los ricos quitar/ y a todos pobres volver./ De la ETA alejar/ de Junqueras huir/ y los toros prohibir/ y no volverte a enojar». Sollozando, Pablo hace mutis por el foro, mientras Pedro corre tras él. Cae el telón. (Continuará... O no).

* Abogado