Tras un debate prolongado en el tiempo, el Ayuntamiento de Córdoba ha acordado los cambios en el callejero de la ciudad que se derivan de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica de Andalucía. Sin entrar en la pertinencia de los cambios, y aceptando que el informe de la comisión creada a tal efecto ha sido riguroso al señalar los nombres que había que eliminar por su vinculación activa al franquismo, no podemos menos que considerar discutible la elección de los nuevos nombres. Si ya de por sí muchos vecinos y establecimientos de las calles afectadas se oponen a estas novedades, algunos de los rótulos elegidos no contribuyen a convencerlos. Sabemos que, cuando los 4.400 residentes --que deberán modificar documentos legales de todo tipo para ajustarlos a la nueva nomenclatura-- hayan tramitado sus papeleos, y cuando vaya pasando el tiempo, la ciudad se acostumbrará a llamar avenida del Flamenco a Vallellano, o Foro Romano a Cruz Conde, igual que se acostumbró a las nuevas denominaciones rotuladas al comienzo de la democracia. Pero, por muy representativo que sea el Consejo del Movimiento Ciudadano para hacer las propuestas sobre las que luego decidió el consejo rector de Urbanismo, no quiere decir que sea acertado en sus propuestas. Y es una pena que no haya habido consenso y que pese sobre los acuerdos la abstención de Cs y la advertencia del PP de que los revertirá si gobierna la ciudad.