Vemos los informativos y nos cuentan que hay un aumento de la delincuencia en nuestro país, sobre todo en las ciudades más grandes. Peleas callejeras, homicidios, hurtos a turistas, carteristas en el metro, robos a ancianos, trileros, estafadores, violaciones grupales, ataques machistas, violencia doméstica, ocupaciones ilegales de viviendas, están a la orden del día y abren los telediarios.

Para hacer bien su trabajo, los periodistas entrevistan a los expertos en el tema para que expliquen el por qué de este aumento de la delincuencia, así como las medidas que serían efectivas para frenarlo.

Pues bien, cuál sería mi sorpresa cuando entrevistan a un abogado y expone lo siguiente: «No hay que endurecer las penas, están bien como están, porque eso haría aumentar la población carcelaria, lo que resultaría muy costoso».

Y es que delinquir en este país sale muy barato. Puedes hurtarle la cartera o el móvil a un turista y si te pillan, lo más seguro es que no pises ni la comisaría. Si le robas la paga a un jubilado en un cajero automático y te cogen, seguramente no pases más de uno dos días en la cárcel o en un calabozo. Si cometes un homicidio, pueden caerte de diez a quince años, pero con los permisos no estarás más de ocho.

Por otro lado, existen centros penitenciarios que da gusto estar en ellos, en los que puedes disfrutar de instalaciones deportivas, recreativas, talleres, peluquería, cocina, comedor e incluso piscina a coste cero y cuando salgas, lo harás con una paguita. Si al coste diario de cada preso, le sumamos los sueldos de los trabajadores de la prisión, es normal que el Estado prefiera tenerlos sueltos que en el lugar donde deberían estar.

En este país está muy instaurado el concepto de reinserción social, pero ¿realmente alguien se lo cree? La gran mayoría de los delincuentes son reincidentes e incluso sus delitos van en escalada y con mayor virulencia. Es lógico que sea así ya que si un delincuente no recibe ningún castigo por ello, sino todo lo contrario, ¿por qué iba a abandonar su conducta delictiva?

Al mismo tiempo, la población se siente cada vez más insegura y desprotegida de los delincuentes y violentos. Se nos responsabiliza de tener que protegernos de cualquier robo o agresión e incluso ni eso, ya que si nos defendemos, es muy posible que pasemos a ser los malos de la película.

No queda ahí la cosa, sino que estamos dando una imagen penosa y ridícula de nuestro país, espantando al turismo que realmente merece la pena y que prácticamente es la base o sustento principal de nuestra economía, y estamos atrayendo otro turismo, el chungo, el maleducado, el que viene a emborracharse y a saltarse todas las normas morales que ni por asomo tendrían valor de hacerlo en su país de origen, el que viene a violentar a las mujeres y a faltarle el respeto, el del puterío y la desinhibición sexual, el que viene exigiendo derechos sin aportar nada, el que te tacha de racista o islamófobo por exigirle que cumpla las normas y leyes de nuestro país.

La administración de Justicia y el Estado ya ha comenzado su marketing, ellos sabrán cuales son los motivos para permitir y fomentar esta delincuencia gratuita, o mejor dicho, que favores son los que están pagando, a qué países, qué lobbies, o a qué mafias de guante blanco. El eslogan ya lo tenemos: «Delinquir en España nunca fue tan barato».

* Escritora y consultora de inteligencia emocional. Autora de ‘Jodidas, pero contentas’