Hoy, 5 de mayo, Karl Marx cumplirá doscientos años. Buen momento para preguntarse qué queda hoy de la obra de uno de los pensadores que más han influido en los planteamientos sociales y políticos del último siglo y medio. No olvidemos que estamos ya en una nueva época, «la época de los pos»: la «posmodernidad», la «posverdad», y en España, hablamos ya del «posterrorismo» tras la disolución de la ETA. Tras una serie de aventuras revolucionarias en el continente europeo, Marx se estableció en Londres, ciudad en la que escribió el que consideraba su gran libro, El Capital, que nunca llegó a terminar. Su doble intención, según los analistas, se cifraba, por una parte, en el deseo de contribuir al establecimiento de un sistema comunista que terminara con la explotación de los trabajadores, y por otra parte, su intento de sentar las bases teóricas de lo que denominó el «socialismo científico», cuyo fundamento estaría en el análisis económico del capitalismo. Pero, dejando caer nuestra mirada en la historia, su teoría no ha funcionado: por un lado, está llena de errores conceptuales y analíticos y, por otro, no puede aplicarse a una economía real como se comprobaría años más tarde en los países socialistas. Concluyen los analistas políticos que Marx contribuyó a orientar el curso de la historia contemporánea pero no precisamente para bien. La experiencia, como hemos sabido, terminó en un gran fracaso. A pesar de todo, en parte como resultado del marxismo, los católicos han terminado mirando con mayor simpatía la grave situación y los derechos de los marginados sociales, y algunos católicos han tratado incluso de aplicar diversos principios marxistas más directamente a la enseñanza social de la Iglesia. Merece la pena destacar que el comunismo no fue objeto de ninguna condena explícita ni en la constitución Gaudium et spes, el documento del Vaticano II que abordó las cuestiones sociales y económicas, ni en ningun otro decreto del Concilio. ¡Feliz cumpleaños, Marx!

* Sacerdote y periodista