El pasado 17 de octubre me quedé atónito cuando vi en televisión cómo la ministra de Hacienda, la andaluza María Jesús Montero, tras preguntarle una periodista que de dónde recortaría si al final tuviese que fijar el objetivo de déficit en un 1,3% en vez del 1,8% propuesto le responde: «Chiqui, son 1.200 millones, eso es poco». ¡¿Chiqui?! ¡¿Una ministra de España dirigiéndose a una periodista como «chiqui»?! Chirriante. ¿No les parece un grosero abuso de posición y confianza fuera de lugar? ¿Le hubiese llamado

«chiqui» a un periodista varón? Bueno, oyéndola puede que también. ¿Esa es la dignificación del trabajo de una periodista por parte de una ministra? ¿De dónde sacan tanta arrogancia estos ministros y ministras que se suponen y autodefinen progresistas? Además, al margen de la grosería, ¿es posible ser más frívolo en la gestión de unos presupuestos? Por lo visto, para ella 1.200 millones es poco, debe ser la perspectiva que se adquiere al tirar con pólvora ajena. Con escenas de este tipo Andalucía va a continuar por los siglos de los siglos proyectando una imagen que no nos hace justicia. Una imagen cateta y chabacana representada por las Montero y su «chiqui» a la periodista, o las Villalobos y su «¡No son mas tontos por que no se entrenan, joder!» a su chofer, y por no extenderme he puesto de ejemplo a estas dos señoras pero conste que políticos varones carentes de forma también tenemos. La principal bandera de esta tierra somos los propios andaluces, y ya se va haciendo insoportable el manoseado estereotipo del andaluz gracioso o el de la criada con la flor en el pelo y el mandil de lunares. Al final todo se conecta. Les aseguro que me hirió, más que nada porque llovía sobre mojado después de lo del «chiqui», la desafortunada declaración que hizo al día siguiente la exministra Isabel García Tejerina comparando el escaso nivel de conocimiento de los niños andaluces con respecto a los de Castilla y León y que volvió a traer a la memoria la lindeza que tiempo atrás soltó la otra exministra Ana Mato también sobre el analfabetismo de nuestros niños. De sobra sé por dónde iban las dos pero aún así me sigue pareciendo inadmisible una comparación tan personalizada en unos niños. Lo que no cabe duda es que mientras continuemos con la puesta en escena de los políticos del «chiqui», escándalos de horteras con cargo pagando con dinero público facturones en güisquerías, o con ese Canal Sur y su abanico de programas exaltando hasta el límite el maldito cliché que ya debiésemos romper, va a costar trabajo cambiar la imagen subyacente que tiene sobre nosotros el resto de España y que, como se puede comprobar, a la mínima aflora. Los andaluces sabemos que no es así, que existe una realidad que no es lo que a ojos foráneos puede parecer y menos la que tanto difunden, pero no es fácil cambiar una imagen. Hay que tomar conciencia y actuar conforme a ello, tener siempre presente que cada andaluz representa a Andalucía y que los actos y expresiones particulares acaban repercutiendo en todos nosotros y en nuestro futuro.

* Antropólogo