A veces, las ciudades tienen lo que se merecen. Si no sus gentes, sí sus dirigentes (políticos, sociales), elegidos quizá con la mejor voluntad, pero a veces mantenidos por la indiferencia, la vagancia, la ignorancia, el odio al contrario e incluso el miedo. A veces, las ciudades se permiten navegar en el absurdo, y luego se quejan. A veces, los ciudadanos somos tan acomodaticios que los que nos representan son un calco, o se aprovechan. A veces, las ciudades mantienen un discurso, o mejor, una queja, y se instalan en ella, la acarician, se acostumbran y la tienen en danza permanentemente sin que nadie se sienta responsable, incorporada ya a su propia mitología urbana.

A veces, un dato chirría, y te saca del discurso. Como el Palacio de Congresos de la calle Torrijos, que por fin el viernes reabrió sus puertas, en buena parte remozado --falta otra fase de obras-- y listo ya para acoger eventos. La obra ha tardado cinco años porque la empresa adjudicataria, siguiendo una línea bien conocida, la dejó a medias. La Junta de Andalucía, tras mil trámites y no pocos esfuerzos, la encargó a Tragsa y ya tenemos un centro de congresos de tamaño mediano, como la mayoría de los encuentros que llegan a Córdoba. Dice el sector que hemos perdido muchos millones de ingresos para la ciudad en esos años de parón, pero lo dice el mismo sector que hace una década rechazaba este Palacio de Congresos, quizá porque tenía menos plazas, quizá porque las instalaciones necesitaban arreglo. O quizá porque la empresa que lo gestionaba no era del agrado. Y la Junta consentía que prácticamente fuese un recinto de bodas.

Bien, ya no podrá ser, deberá gestionarse como un centro profesional, le espera un gran esfuerzo bajo el ojo de una ciudad vigilante. Pero no olvidemos que es la misma ciudad que alentó el megalomano proyecto de Centro de Congresos de Rem Koolhas sin atreverse a descartarlo (tuvo que hacerlo el PP, pero ya se habían gastado 11 millones de dinero público), que fue CECO la que abortó que el pabellón del Parque Joyero fuese recinto ferial (y las instituciones se doblegaron a ello aunque había un convenio) dejando al edificio dar vueltas durante años hasta que ahora, cedido por Cajasur al Ayuntamiento, va a ser centro de ferias y convenciones (también gastando un dineral y hoy con las obras paralizadas), que se optó por un proyecto de recinto ferial en Levante que también costó dinero y nunca se hizo... Vueltas y más vueltas, con un trasfondo de intereses en el que nadie ha asumido ni asumirá responsabilidad alguna. Por eso, si el Palacio de Congresos de Torrijos se ha retrasado, a los que tenemos un poco de memoria nos parece un hecho insignificante comparado con el daño causado. Tan solo cruzamos los dedos para que la reforma culmine y le deseamos el mayor de los éxitos.