Es la verdad, no los entiendo. Ya que esto es un periódico, imagínense que entro de clavero, o como se llame, el que tiene la clave, la llave, el que le da al botón de la impresora (del Washington Post, "Los archivos del Pentágono") para que el periódico ande.

Ocho horas aquí como todos, pero tú no cobras, no cobras ni un euro; ¿qué haces aquí, en el ascensor?: tú, por la escalera, 4ª planta; nadie me saluda: director, redactores, limpiadora, corresponsales... Nadie (bueno, el director, o directora, de vez en cuando una sonrisa, pero en seguida se va con ellos); nada del bar de la empresa: la máquina de la esquina, donde los sandwichs los repusieron en enero...

Llega mi momento y no le doy al botoncito, no sale el periódico, y entonces todos a coro "¡hijo de tal, es nuestra ruina, nos dejas sin sueldo, eres el único culpable, dejamos sin los efluvios de nuestro ideario al pueblo llano...!".

La verdad, perdonen la sinceridad: jamás entenderé a Vox.