Es evidente que la climatología de la Tierra está cambiando rápidamente. Día a día se baten récord de catástrofes naturales. Hasta hace poco, las estaciones tenían una gran influencia en la tradición de los pueblos y aquel sabio refranero popular que durante generaciones había regido la vida de nuestros antepasados, ha perdido su sentido.

Algo grave debe estar afectando a la salud de nuestro planeta para que haya sucedido un cambio tan brutal en un espacio tan corto de tiempo. Durante años, científicos, biólogos y meteorólogos han alertado del diagnóstico: «la actividad de los humanos está afectando irreversiblemente los ecosistemas de la Tierra, que están en transición hacia una catástrofe sin precedentes ante la impasividad de nuestros gobernantes, empresarios, políticos y de nuestra estupidez». En un artículo, el profesor Stephen Emmott compara nuestra situación con lo que pasaría si mañana nos enterásemos que el impacto de un asteroide destruiría la vida de gran parte de la Tierra el día 3 de junio del 2072... Todos los gobiernos del mundo reunirían a científicos, profesionales y empresarios para intentar evitar el impacto y si ello no fuera posible, buscar soluciones para que nuestra especie sobreviviera. Pero según Emmont, a pesar de que nuestra situación actual es la misma, no haremos nada, porque ahora el problema no es tangible como un asteroide. El problema somos nosotros mismos. No van a ser los líderes del G-20 los que den la solución al problema ni tampoco los más pobres.

Solo existe una solución, nosotros. Cambiar radicalmente nuestra actitud hacia el planeta. Pero... ¿Llegaremos a tiempo?