He tenido ocasión de contemplar el consuelo de una persona en sus últimos momentos. Ingrato trabajo el de los padres que pasan toda su vida al lado de los hijos y cuando empiezan a chochear, estos ya no están. Y decimos, «es ley de vida. Están fuera trabajando, han formado una nueva familia y tienen otras responsabilidades. No pueden...». Pero esta vez no ha sido así. Sus cuatro hijas la han acompañado, cuidado y querido hasta su último suspiro en la habitación del hospital. Con qué cariño le hablaban, con qué dulzura la tapaban o peinaban o simplemente la miraban y besaban. Sus trabajos, familias, asuntos particulares, su descanso, ha quedado aplazados en pro de su madre y lo han hecho solo por amor. Sirvan estas palabras para despedir a una madre, esposa, abuela, que allá donde esté debe sentirse enormemente orgullosa de sus hijas. ¡Bien hecho primas!