Indignada no, lo siguiente, como se dice ahora. Y empiezo por un proverbio chino que dice: si estás planeando para un año, planta arroz; si estás planeando para una década, planta árboles; si estás planeando para una vida entera, planta educación. Y ante esta metafórica proposición, me pregunto: ¿y si planeas para una pandemia qué habría que sembrar? Yo creo que la respuesta sería salud, bienestar, porque lo que hoy están viviendo maestros y alumnos en los centros no es salud ni es bienestar y mucho menos educación. ¿Se puede enseñar y aprender con una mascarilla puesta cinco o seis horas seguidas que dificultan la audición y por consiguiente la comprensión? Indignada de que sea el magisterio el canguro de esta maldita pandemia que no respeta edades, ni circunstancias. Indignada por las palabras de una madre que decía el otro día: es que si los niños no van al colegio ¿qué hacemos los padres? En ningún libro de pedagogía, y he leído muchos, me he encontrado con alguna teoría o recomendación de que sean los maestros los que tengan que dar solución a problemas ajenos a la escuela y que son competencia de la familia. Un maestro, como cualquier trabajador, si bien no olvida a sus alumnos, no puede hacerse cargo de solucionar los problemas de familia en familia. Un maestro, cuando casi todo está confinado, cuando no se pueden reunir más de cuatro o seis personas e incluso de la misma familia, no puede encerrarse en un aula con veinticinco niños que lo tocan todo, que pueden ser transmisores del virus, y ya hay mucho casos de clases enteras confinadas. Da la impresión de que el magisterio es el que tiene que salvar la economía de este país a costa de exponer a maestros y niños. Y lo peor es que se toma como una obligación. Pues, no, es simplemente una desconsideración hacia un cuerpo tan digno como es el magisterio. Mucho se aplaudió a sanitarios y policía, pero, ¿quién aplaude al magisterio? H