Córdoba volvió ayer a ser testigo del drama de la inmigración. Un testigo activo, como ciudad de acogida que recibió a otros dos centenares de inmigrantes procedentes del Estrecho, dando alojamiento y atendiendo a personas llegadas por el mar en pateras, auxiliadas por Salvamento Marítimo, y que están desbordando Cádiz y las localidades del Campo de Gibraltar. Es una acogida temporal, casi momentánea, pues estos inmigrantes tienen otros destinos, y muchos de ellos van a ser devueltos a sus lugares de origen, en un final todavía más dramático para su viaje. Pero es un contacto directo con una realidad durísima, en la que la ciudad se ve concernida. Ya no es para los cordobeses un drama lejano.

Son más de mil los inmigrantes que continúan en centros temporales de acogida. El incremento extraordinario de las llegadas hace que los rescatados este año en las costas andaluzas superen los 22.000 al terminar julio, más de los que llegaron en todo el 2017. Esta oleada está dando lugar a una polémica política, que enfrenta a los que consideran que el Gobierno provocó un «efecto llamada» al ofrecer atraque en Valencia al Aquarius y los que recuerdan que el incremento de las llegadas ya fue muy importante en los años 2016 y 2017. No hay que olvidar cómo la presidenta andaluza, Susana Díaz, recordó en su momento que Andalucía recibía «un Aquarius» todos los días, pues así está siendo este año, con la elevación de las cifras a causa del buen tiempo, algo también habitual. Pero es cierto que nos encontramos ante una situación extraordinaria, en la que los análisis simplistas no conducen a soluciones. Es verdad también que esas soluciones no están al alcance ni de las poblaciones andaluzas, ni de la Junta de Andalucía ni del Gobierno central y casi ni de la Unión Europea, pues conllevarían una acción para propiciar el desarrollo en África que no será ni fácil ni rápida. Pero hay que gestionar el problema, y ahí el Gobierno está haciendo un esfuerzo para dar respuesta, en el que pide también a la oposición --ayer lo hizo la vicepresidenta, Carmen Calvo-- «altura de miras, lealtad y responsabilidad». Hay un drama humano que se desarrolla en nuestras fronteras y en nuestras calles, y la respuesta no puede ser fomentar actitudes xenófobas o de miedo al inmigrante. Se requiere firmeza. Europa debe defender sus fronteras. Se requiere colaboración de los países que hacen de puente, como Marruecos. Se requiere que la UE responda, y aporte los fondos prometidos para afrontar el gasto inesperado. Pero se requiere muy especialmente una mirada humana, de respeto y de solidaridad con los que sufren. Ayer, el portavoz de la Junta hacía un llamamiento a otras comunidades españolas para acoger a los más de 3.000 menores inmigrantes no acompañados que han llegado a nuestras costas este año. Andalucía, uno de los territorios más pobres de España, ha estado haciendo en silencio un gran esfuerzo durante muchos años. En estos momentos, la situación empieza a desbordar a administraciones y ONG. El problema concierne a todos, y debe afrontarse desde ese criterio de justicia.