Raúl Arévalo estrena hoy Memorias de un hombre en pijama, una película de dibujos animados donde se critica a la «infantilización» de los hombres que, como él, están rozando la cuarentena y no acaban de madurar. La película parte de la novela gráfica que se publicó en el 2010 tras el éxito cosechado por las tiras cómicas de los diarios Las provincias de Valencia, primero, y después en El País, en las que el ilustrador Paco Roca (ganador del Goya por Arrugas en el 2011), contaba sus «aventurillas de soltero cuarentón».

Es la primera vez que el actor se ve convertido en cómic: un par de retoques y el muñeco diseñado por Paco Roca es el propio Arévalo, que, además de su imagen real que se mezcla en alguna escena, le cede su voz en su primer ejercicio como doblador.

Una «autocrítica autobiográfica, a veces, exagerada, pero otras no», dice Arévalo, que retrata a una generación de «niñatos». «Y esa inmadurez que se va prolongando cada vez más -añade- está muy bien retratada en la película», dirigida por Carlos Fernández de Vigo. «Aunque quiero pensar que yo ya he superado un poquito esa fase, después de los años de terapia, mis bajones, mis relaciones», bromea el madrileño.

Hasta se plantea tener hijos: «En los últimos meses no paro de estar con amigos que son padres y es lo que me falta... pero sí, me gustaría», confiesa. En realidad, Raúl es todavía un treintañero; de hecho, hasta noviembre de este año no cumplirá los 40, y se siente pletórico: «Me veo contento y feliz, en el momento profesional y en el vital, tratando de equilibrar las dos cosas». Siempre, dice, «con la cosa que me ha inculcado mi madre de guardar para las vacas flacas (...), pero también con la tranquilidad de disfrutar de lo que hago, sabiendo que lo que quiero hacer es contar historias: me den la oportunidad de hacerlo o sacando cuatro duros con amigos, como hacía antes de que me contrataran en películas de éxito».

Como Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar, con quien repite después de Los amantes pasajeros, donde tiene un pequeño papel y de la que no puede contar nada pero le «encantaría» porque «es ... -deja caer- maravillosa», pero no añade una coma más: «No puedo», se justifica. Acaba de terminar la tercera película de Víctor García León, Los europeos, y prepara el guion del que sería su segundo largometraje tras Tarde para la ira (2016), su brillante debut tras las cámaras, que se llevó cuatro premios Goya en la pasada edición de los premios.