José Luis Perales glosa en el triple álbum Baladas para una despedida medio siglo de carrera musical y medio millar de canciones, muchas compuestas para otros, incluso en el caso de una que retuvo para sí por orden de su discográfica y que se convirtió en su mayor éxito, pese a su criterio y el de su mujer. «Yo no quería cantarla y a mi mujer tampoco le gustaba nada. La que menos de todas. Al final la grabé y todavía a día de hoy la tengo que interpretar como si alguien me la hubiese compuesto a mí», reconoce el veterano músico sobre ¿Y cómo es él?.

Cuenta que esas líneas, «¿En qué lugar se enamoró de ti? / ¿De dónde es?», las escribió pensando en realidad en Julio Iglesias tras recibir una llamada de Ramón Arcusa (Dúo Dinámico), productor entonces del madrileño. «Era una canción escrita a la medida del momento que vivía, separado desde hacía no mucho, cuando Isabel Preysler ya estaba con el marqués de Griñón. En sus letras siempre ha sido muy íntimo y visceral y los tonos eran muy de él también, pero se la enseñé a mi compañía y me dijeron: ‘Esta la cantas tú y va a ser un trancazo’», rememora Perales (Castejón, 1945), que recalará en Córdoba el próximo 11 de noviembre con su gira de despedida, que iniciará en mayo.

Y lo fue, con su voz, igual que Un velero llamado libertad o Te quiero, temas recogidos en un disco con quince de sus mayores éxitos titulado Recuerdos, anexo a otro que bajo el nombre Retratos incorpora diez que escribió para terceros, caso de Por qué te vas, de Jeanette, o Buenos días, tristeza de Isabel Pantoja. «Es un juego eso de trasvestirte en el otro. Hay que conocerlo mucho o al menos la imagen que se tiene de ellos», señala el manchego, que ha sido sastre de gente tan variopinta como Rocío Jurado, Miguel Bosé y Raphael, para el que escribió Yo sigo siendo aquel o Frente al espejo. El tercer vértice de este álbum recopilatorio de Perales es, no obstante, del que más satisfecho se ha sentido, Melodías perdidas, una «espina» que se ha sacado al recuperar aquellas canciones no suficientemente ponderadas en su momento y que nunca fueron sencillos «por no ser comerciales».

«La que más me dolía por ser tan biográfica es Recuerdo un tren, que cuenta mi salida de mi pueblo para estudiar con una beca en la Universidad Laboral de Sevilla, un viaje de 14 horas desde Madrid, con una parada en Aranjuez para tomar una torta de azúcar y un café en la cantina de la estación. Quizás es la que más me hace llorar», señala. Todas estas canciones las ha regrabado. «Mi voz está más madura, las técnicas de grabación son mucho más avanzadas que en el año 70 y tantos y hay un productor especial para mí que es mi hijo Pablo, con una formación excepcional en el Berklee College of Music», destaca sobre esta obra grabada en Los Ángeles con un equipo de músicos y arregladores americanos dirigidos por el multipremiado español Rafa Sardina.

«La que no está ni estará nunca es Niebla. Es la peor canción que he hecho nunca y, sin embargo, es el origen de mi trabajo. Cuando la terminé en Sevilla con 16 años y la grabé en casete con una guitarrilla a duras penas y con cuatro acordillos que son los que aún me sé, fue cuando me dije: ‘Quiero ser compositor’», recuerda el veterano compositor--.