Comenzó a bailar con 4 años, con 15 dejó Sevilla para estudiar en la Escuela del Ballet Nacional en Madrid y con 26 ya había creado su propia compañía. Premio Nacional de Danza y referente del baile flamenco dentro y fuera de España, hoy, a las 12.00 horas, un horario poco habitual para la escena debido a las restricciones a las que ha obligado la pandemia del covid-19, llega al Gran Teatro con el espectáculo Entremos en el jardín, un título que supone toda una declaración de intenciones en estos tiempos sombríos. Un gran elenco de artistas, cuatro de ellos cordobeses, acompaña a la bailaora, que, junto a su marido, El Arbi, ha creado este espectáculo durante la pandemia en su Centro Coreográfico, ubicado en la localidad madrileña de Fuenlabrada, desde donde, a través de la danza flamenca, pretende dignificar la danza en general y dar su sitio y valor a los profesionales de este arte escénico.

-Pese a las restricciones por la pandemia, su función hoy en Córdoba se ha salvado actuando en horario matinal. ¿Cree que el público se acostumbraría a ir al teatro por la mañana?

-Creo que sí. Lo de las matinales es algo que antes se hacía y en muchos países lo siguen haciendo. Somos animales de costumbres y nos adaptaremos, siempre que sea en sábado y domingo, claro. Creo que puede atraer a otro tipo de público y puede ser una buena opción. Lo importante es que estaremos en Córdoba, que tenemos muchas ganas, y hacerlo a esa ahora nos da la posibilidad de estar ahí.

-¿Esta situación puede provocar cambios en la concepción de la expresión de las artes escénicas?

-Estamos haciendo las obras como son, aunque ahora hay muchos requisitos, como hacernos las pruebas PCR. Y el público está respondiendo muy bien, es muy responsable y se cumplen las normas al pie de la letra. El teatro es un lugar muy seguro, hay un orden ya establecido en el público. Lo que nos diferencia es la distancia y la mascarilla, pero la ceremonia de ir a un teatro es la misma. Quizá, a nivel creativo, al principio estábamos más confusos, pero ya conocemos lo que hay que hacer para protegernos. La responsabilidad es fundamental.

-¿Qué ofrece al público con ‘Entremos en el jardín’?

-Es un trabajo de El Arbi y mío, y nuestro referente es la poesía. Entremos en el jardín explora aún más esa diáléctica subterránea entre poesía y danza, en la palabra. Cuando creamos una coreografía queremos transmitir un mensaje y la palabra nos define ese mensaje. La poesía nos alimenta y nos inspira, y en esto se basa el espectáculo. Cuando buscábamos el título, El Arbi propuso ese y me pareció maravilloso porque es justo lo que necesitamos ahora, salir de los espacios cerrados y sombríos y entrar en un lugar abierto donde la naturaleza esté presente. Aunque pasemos por momentos sombríos siempre hay una búsqueda permanente de la felicidad.

-En este montaje se mezclan muchas disciplinas. No parece fácil. ¿Qué hay detrás del espectáculo?

-Ha sido muy laborioso en cuanto a la palabra. La coreografía aglutina a otras profesiones, lo que también complica, y hay un trabajo musical muy importante que, por cierto, corre a cargo de músicos cordobeses en su mayoría.

-Como bien dice, la poesía tiene un gran peso en este montaje. ¿Qué tienen en común la poesía y el flamenco?

.El flamenco es poesía. Todos los cantes tiene un origen poético, es poesía cantada. En lo que quizá insistimos mucho es en el que el cante sea comprensible a nivel de palabra, porque eso enriquece el mensaje y la emoción. En este sentido ha habido un gran trabajo, que el cante sea protagonista y su mensaje también.

-Siempre ha defendido un flamenco reivindicativo. ¿Por qué?

-Creo que uno de los objetivos del arte no solo es reflejar la sociedad en la que vivimos, las inquietudes que tenemos, sino también es reivindicar. Creo que los artistas tenemos un papel de compromiso y de responsabilidad en nuestra sociedad. El hecho de que yo creara y bailara estaba muy ligado al placer, pero con los años vas entendiendo que no lo haces solo por ti, porque no tiene sentido si no hay un espectador, un público. Por tanto, tienes una responsabilidad en lo que cuentas y cómo lo cuentas.

-¿Esa responsabilidad y compromiso se imprime en el Centro Coreográfico que creó junto a su marido en Fuenlabrada?

-Absolutamente. Es uno de los temas que queremos lanzar desde el centro. Defendemos la danza, en general, como generador de un gran beneficio que da a la sociedad. Con la danza tengo una herramienta maravillosa para poder reivindicar.

-¿Está suficientemente reconocida la labor de los profesionales de esta disciplina?

-No. El hecho de que hayamos hecho el centro es, sobre todo, por eso. Desde la danza flamenca lo estamos intentando porque tiene el tirón para reivindicar a la danza en general.

-Llega a Córdoba para conmemorar el décimo aniversario del título que la Unesco otorgó al flamenco. ¿Cómo ha cambiado el flamenco en estos años?

-Creo que diez años después tenemos que seguir en la brecha. El flamenco para ser reconocido y valorado necesita de muchísima acción, consenso y reconocimiento por parte de las instituciones. También necesita de un criterio común, un pacto de Estado por la cultura, porque lo que pasa con el flamenco forma parte del desorden cultural que tenemos en este país. Que sea reconocido como Patrimonio de la Humanidad está muy bien, pero hay mucho que hacer todavía. Vemos lo que ha pasado en estos diez años y lo que queda por hacer.

-¿Dónde sitúa a Córdoba dentro de la danza flamenca?

Yo me examiné en Córdoba porque, aunque estudié en Sevilla, allí no había conservatorio. En ese sentido, es una ciudad pionera. Por otro lado, ha dado grandes nombres y representa un papel muy importante en la danza en Andalucía.

-¿Qué le diría a los que piensan que la cultura no es un bien esencial?

-La cultura es un bien esencial y lo que me entristece es que cuando decimos que es un bien necesario no quitamos la prioridad a otros, solo nos sumamos a ellos. La cultura atañe a aspectos del ser humano que ni la sanidad ni la educación pueden cubrir. Cuidar el alma, que es lo que nos hace humanos, es muy importante y hay que alimentarla .