Las memorias de López Andrada son sinceras, un ejercicio de humildad». De esta forma calificó ayer el nuevo libro del autor cordobés, Los árboles que huyeron, el encargado de su presentación en la delegación territorial de Cultura, el subdirector de Diario CÓRDOBA, José Luis Blasco, paisano y amigo de López Andrada, algo que se evidenció durante un emotivo acto invadido por los recuerdos de ambos, ya que este desnudo del escritor y poeta ante sus lectores puede ser un «espejo» donde muchos se reflejen. Con Los árboles que huyeron (Almuzara), el autor de Villanueva del Duque regresa a su infancia y juventud para finalizar el trayecto en 1994, año en el que desapareció el último de los eucaliptos que formaban la hilera que daba la bienvenida a su pueblo y fueron parte de su inspiración.

«Aquellos eucaliptos no eran meros referentes linderos de la travesía de Villanueva. Con los vientos, sus hojas nos anunciaban el frío del invierno, la brisa del verano, la lluvia del otoño; con los pájaros en sus nidos nos alegraban la primavera. Nuestros árboles no eran solo una referencia de postal. Eran también sombra de paseos en tardes de domingo; sus troncos refugio para el frío viento del norte en nuestras esperas de autobús para ir al instituto de Pozoblanco. Los eucaliptos formaron parte de nuestras vidas, y ahora Alejandro los ha recuperado de nuestra memoria», subrayó Blasco durante la presentación del libro, que para su autor, emocionalmente, «es el libro de mi vida, mi biografía y donde transmito mi visión del mundo y de mi realidad», lo que hace «sin trampa ni cartón».

SINCERIDAD // Un aspecto este que subrayó Blasco durante su intervención: «Son unas memorias sin autocensura, sinceras, que nos acercan tanto a él que descubrimos aspectos de la vida, la suya, que por regla general las personas solemos ocultar. El libro es un ejemplo de sinceridad. Es un ejercicio ejemplar de humildad», añadiendo que «es la crónica cruda de la vida de un niño y adolescente criado en los grises días del franquismo, de un joven formado en la transición y del adulto madurado en la democracia», narrando su biografía con «ese estilo lírico tan personal sin escatimar detalles, tanto agradables como incómodos; sin descuidar la descripción de personas, ambientes, situaciones, lugares y tiempos» y mimando los detalles de la narración «con su inagotable generosidad de palabra».

Después de varias decenas de libros de poemas, novelas y ensayos, «me apetecía escribir de mi vida, de mi mundo interior, y contar experiencias mías en relación con mi vida, pero también con el mundo literario», destacó López Andrada, que aseguró que este libro fue una sugerencia de su editor, Javier Ortega, que ahora agradece.

A lo largo de sus páginas, el escritor de Los Pedroches «escoge un reparto variopinto de personajes para el libro», algo lógico, según Blasco, «al tratarse de un libro de memorias de alguien que ha elevado a necesidad vital las relaciones humanas y ha sabido de estas sacar enseñanzas». Pero en ese reparto «primero están, en los papeles principales, Victoria, su madre; Paqui, su mujer; sus hijas; su hermana Petri; su padre, su hermano y sus abuelos», continuó Blasco antes de que López Andrada recordara emocionado a su madre, que falleció tan solo cinco días después de la publicación del libro.

Pero en estas memorias hay muchas más personas a las que el autor «considera, valora y les muestra gratitud», continuó Blasco. En esa lista «hay amigos, humildes como los hermanos Aguilera; relevantes, como Julio Llamazares, Juana Castro y Antonio Colinas» o paisanos como «Andrés Amado y mi padre», prosiguió el presentador, que consideró este acto como «un momento mágico», ya que «la vida ha querido que hoy, cuando se cumplen 33 años del fallecimiento de mi padre, esté aquí presentando un libro de Alejandro en el que él, Gregorio, tiene su pequeño papel», aunque también está salpicado de otros protagonistas, como Cándido Rodríguez, «el maestro que a Alejandro le abrió la puerta al paraíso de la poesía», concluyó José Luis Blasco.