Peter Webber ha dirigido, a partir de la novela de Tracy Chevalier --que a su vez se inspira en la obra pictórica del artista flamenco del siglo XVII Johannes Vermeer-, con sentido y sensibilidad, la película La joven de la perla , donde el gran reto parece consistir en trasladar la atmósfera y el misterio que inundan los lienzos del pintor al celuloide; así como robar la mirada de la actriz que encarna a la modelo del cuadro como lo hiciera el que la retratara con sus pinceles. Es curioso cómo parece que el arte engendra arte: pintura, literatura, cine...medios expresivos interrelacionados, gracias a las manos de aquellos que saben utilizarlos para construir un discurso compatible y enriquecedor para el lector...de imágenes o palabras.

Así pues, en La joven de la perla podemos encontrar un filme que, sobre todo, gracias al magistral trabajo fotográfico del iluminador portugués Eduardo Serra, consigue lo más difícil: llegar a encontrar el ambiente y el color de la obra pictórica de Vermeer, pues además de recrearse este intenso drama de época basándose en la relación entre pintor/señor y modelo/criada, existe un especial interés por situarlo dentro de un espacio siempre mágico: el estudio del artista.

Importante ayuda supone el trabajo del director artístico, del encargado del vestuario y la escenografía, ya que todo ello está especialmente cuidado como para que la recreación de la época sea de premio.

Y no podemos olvidar que el título de esta cinta --La joven de la perla nos lleva al cuadro que articula la trama del guión y, por supuesto, a la persona que encarna a la modelo, la actriz Scarlett Johansson (de quien ya dimos noticia a propósito de su interpretación en Lost in translation), de Sofia Coppola, que sabe ,en este caso, poner mirada huidiza a la vez que enamorar a la cámara.